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josemarco

VILLAMAYOR

VILLAMAYOR

Siempre me ha gustado acercarme en bicicleta al hasta ahora barrio rural de Villamayor, atravesar sosegadamente sus recoletas calles y buscar un rincón en la tranquila plaza mayor desde el que se puede contemplar su esbelta e impresionante torre mudéjar. Otras veces, cuando pedaleo por la carretera que parte desde Santa Isabel hasta Perdiguera, contemplo el nuevo pueblo zaragozano desde una pequeña loma. Su silueta se divisa a lo lejos y sus montes rodean un paisaje entre agreste e indefinido.

Ahora Villamayor acaba de dejar de ser barrio de Zaragoza y se ha segregado de la capital, es decir, se ha convertido en pueblo. La verdad es que yo siempre lo he visto como pueblo, a pesar de las polémicas e intereses económicos de algunos. No sé por qué se acomodó a ser barrio rural, cuando el ser pueblo ("Villa-Mayor") le dota de una personalidad que nunca tendrán barrios como Santa Isabel, Movera o Miralbueno. Barrio me suena a servidumbre, a dependencia, a quiero y no puedo. Pueblo me sugiere autonomía, independencia, libertad. Sé que la medida ha sido polémica, quizá más en la forma que en el fondo. Lo que no entiendo es por qué el ayuntamiendo de Zaragoza no se quiere desprender de los montes, del entorno paisajístico. Eso significa despojar al pueblo de su entidad, como si le despojáramos de su airosa torre. Todo un despropósito.

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