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DIÁLOGO DE SORDOS

DIÁLOGO DE SORDOS

     Hay muchas maneras de expresar lo que uno lleva dentro, lo que uno observa o lo que uno imagina. El pintor e ilustrador José Luis Cano (Zaragoza, 1948) ha logrado expresar en unos cuadros muy peculiares, que se nutren de ironía y de sentido del humor, lo que experimenta desde hace veinte años: amor a la naturaleza, inclinación por la literatura, pasión por la ilustración gráfica y latido cotidiano de un mundo cada vez más paradójico e imprevisible. Una de mis  primeras reacciones mientras contemplaba esta tarde su exposición en la Lonja de Zaragoza ha sido la de sorpresa y admiración ante algo distinto al arte realista en general y al arte vanguardista en particular.

     Porque la pintura de José Luis Cano se sitúa en la encrucijada del arte plástico y de la literatura, sus dos grandes pasiones. No es casualidad que el artista zaragozano se defina así: "Nací dibujando. A los diez años escribí mi primer cuento de Guillermo Brown. A partir de los doce redacté e ilustré reseñas de mis excursiones con los boy-scouts. A los quince, ilustré una biografía apócrifa y clandestina del director del colegio. Dibujaba en el libro de literatura y escribía bocadillos en las reproducciones de la historia del arte. Desde entonces, he seguido en esta confusión, dibujando en mis libros y escribiendo en mis cuadros".

     Es inevitable, por tanto, captar sutilmente en cada uno de los cuadros el diálogo secreto entre el arte y la literatura, entre la naturaleza y el arte y entre la obra y el propio espectador. Cano utiliza para ello diversos registros artísticos y diversas manifestaciones del lenguaje. Un lenguaje que sobrevive con el arte o a pesar del arte. Unas palabras que reflejan pensamientos filosóficos universales, desde Heráclito hasta Kierkegaard. Unos lemas que invitan a la reflexión sobre el caos del mundo, la transformación de la naturaleza o las paradojas del progreso. Son obras difíciles de interpretar, contradictorias y muy sugerentes. Porque el arte de José Luis Cano va más allá de la propia captación física. Su doble lenguaje es ese diálogo de sordos que subyace como un río subterráneo al propio devenir de estas dos últimas décadas.

      

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