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josemarco

REGRESO A LA RUTINA

REGRESO A LA RUTINA

      El inicio del mes de septiembre, especialmente el comienzo del curso escolar después de unas vacaciones de casi tres meses, supone un regreso a la rutina o a la normalidad. Eso sí, quiero referirme a la rutina en sentido positivo, aunque sea difícil considerarla así. Porque rutina puede ser la vuelta a los madrugones, el regreso al estrés de la gran ciudad y la espera casi ansiosa del próximo fin de semana.

     Septiembre aparece, sin embargo, aderezado con otros ingredientes que conforman un cóctel difícil de digerir. La llamada "vuelta al cole" supone un desembolso especial para muchas familias - a pesar de la gratuidad de los libros en primaria y secundaria -. Además, después de las vacaciones de verano, las tarjetas de crédito están muy castigadas y los bolsillos, casi vacíos. Esto se nota en los supermercados, en los establecimientos hoteleros y en las terrazas de verano. No hay más remedio que apretarse el cinturón, o pedir un crédito. Si es que los bancos - cada vez con menos beneficios según dicen - se dignan concederlo.

      Muchas voces hablan de crisis, otras de recesión. Lo que está claro es que la vuelta a la rutina viene acompañada este año de un descenso en la venta de coches, de un aumento de la morosidad y de un recorte en el presupuesto familiar. Al parecer, el horno no está para bollos. Menos mal que ha bajado el petróleo y nos ha dado un pequeño respiro. Pero es un retroceso engañoso, ya que las petroleras no aplican el mismo porcentaje a sus productos. Tampoco ha bajado el precio de los alimentos que tanto aumentaron el pasado otoño. No sé cuál será la causa, pero lo que sube difícilmente vuelve a bajar. Como dice un amigo mío, lo único que no sube son los sueldos.

     Pero todo no es negativo en esta vuelta preotoñal a la normalidad: las ciudades recobran su pulso. Los ciudadanos apuran las últimas tardes veraniegas. Las noches todavía saben a agosto. Los barrios vuelven a sus fiestas anuales. En cambio, los pueblos se han vuelto a quedar vacíos. Todos a la ciudad. Aunque de vez en cuando nuestra mente vuele al campo, a la montaña o a aquella recoleta cala. Los más optimistas ya piensan en el próximo puente o en Navidad. Aunque, eso sí, los fines de semana están muy bien inventados.

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