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josemarco

INQUIETUD EN MONTAÑANA

INQUIETUD EN MONTAÑANA

     El pasado sábado un escape en forma de vertido de licor negro, procedente de la fábrica de papel La Montañanesa alarmó no sólo a la población de este barrio zaragozano, sino a los vecinos de los barrios colindantes. No es la primera vez que esta industria produce un sobresalto a la población. Los responsables de la empresa han minimizado el problema y lo han considerado como algo excepcional, consecuencia del temporal de viento del fin de semana. Pero la gente no está tranquila. Muchos han invertido su dinero en una casa familiar, cercana a la capital; otros han comprado un pequeño terreno para ocupar su tiempo libre y cultivar algunas hortalizas. Pero todos miran con recelo esas chimeneas grises que vomitan día y noche oscuros penachos de humo de un olor casi insoportable.

     La fábrica de Montañana me recuerda por su situación y por su desagradable olor a la antigua papelera de Balaguer (Lérida) Según la dirección del viento, el aroma alcanzaba un radio de más de veinte kilómetros. También me recuerda por el humo casi negro  a la ya clausurada central térmica de Aliaga (Teruel). El humo se expandía por los valles y colinas, alcanzaba las hortalizas de los huertos y teñía de gris hasta las sábanas tendidas en los solanares. La térmica de Aliaga fue clausurada, pero la fábrica de Montañana sigue ahí, impasible, inamovible, fantasmal. No sé si sus propietarios han pensado en cambiar de ubicación. No sé si las autoridades del Gobierno de Aragón y la Consejería de Medio Ambiente van a tomar cartas en el asunto. Están tan ocupados con otros temas medioambientales - Neoelectra en Aliaga, Autovía Teruel-Madrid - que quizás olviden otros no menos importantes como el de la Montañanesa.

     Me gusta bordear el Gállego desde Zaragoza hasta San Mateo, atravesando el barrio de Montañana, contemplando el Aula Dei, descansando en Peñaflor y disfrutando del paisaje hasta San Mateo del Gállego. Pero, cuando atravieso Montañana - tanto en coche como en bicicleta - me asalta una inquietud al contemplar esa peligrosa travesía que deja a la izquierda la fabrica de papel. Con frecuencia me desvío hacia el norte, hacia la huerta y visito a un vecino que se compró hace diez años una pequeña parcela. Aunque está alejado de la industria papelera, es bastante pesimista de cara al futuro de un barrio que fue famoso por el cultivo de las cerezas y que ahora ofrece todavía paisajes pintorescos. Me cuenta que algunos han comenzado a poner en venta sus propiedades, sin esperanza de encontrar compradores. "Lo ideal sería - opina - que cambiaran de ubicación la fábrica antes de que el barrio pierda su atractivo". "Eso sí - comenta - construyendo una circunvalación y eliminando esa travesía en la que ya se han producido demasiados accidentes."

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