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josemarco

LA SONRISA DEL PAISAJE

LA SONRISA DEL PAISAJE

     Gracias a la invitación de unos amigos, he vuelto de nuevo a Castel de Cabra, pequeño pueblo de la comarca turolense de las Cuencas Mineras. La mañana del sábado anunciaba un día de tormenta, como todos los anteriores, pero las nubes grisáceas se han ido disipando y nos han brindado un día primaveral aunque, eso sí, con una fisonomía más de marzo que de junio.

     El entorno de este tranquilo y pintoresco pueblo brinda al que lo visita lugares insospechados y rincones acogedores. Hoy hemos elegido el paraje del río Ancho, la fuente de la Cascada y el antiguo molino harinero. Después de una primavera excepcionalmente húmeda y lluviosa, el pequeño río desciende embravecido desde las inmediaciones de Palomar de Arroyos y surca el paisaje solitario formando caprichosas cascadas y cristalinas pozas. A ambos lados del cauce, la hierba se arremolina en torno a nogales, cerezos, chopos cabeceros, encinas y enebros. Las plantas aromáticas desprenden aromas casi inapreciables y los buitres sobrevuelan altivos las peñas amarronadas que les sirven de cobijo.

    De regreso hacia Castel, después de una tranquila comida en la fuente de la Cascada, nos acercamos a la ermita dedicada a Santa María Magdalena con una espadaña majestuosa y un pórtico de estilo mozárabe.  A pocos metros, todavía quedan huellas de un despoblado conocido como el barrio Adobas. Antes de llegar al pueblo, contemplamos los campos de cebada esmaltados de amapolas, los campos de almendros y las huellas de algún hatajo que ha estado pastando recientemente. 

     Ha sido un día en el que hemos disfrutado de la sonrisa del paisaje, de la exuberancia de la naturaleza, del entorno de este pueblo de Teruel que seduce al viajero desde lejos con esa torre erigida con piedra blanca y esas casas apiñadas, como si buscaran cobijo después de una primavera que ha dejado una huella imborrable en el entorno.

 

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