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josemarco

AL FILO DEL VERANO

AL FILO DEL VERANO

     Como otros fines de semana, aprovechas la mañana soleada del domingo para pasear por las riberas del Guadalope. El agua fluye alegre, presurosa. Las lluvias de la primavera han alimentado el cauce de este río que suele tener problemas de estiaje.  Antes de iniciar tu recorrido bajo la sombra generosa de los chopos cabeceros, contemplas el pueblo desde las eras. La panorámica presenta un elemento nuevo, ocasional: una plaza de toros portátil que ha servido de lugar de encuentro para todos los aficionados durante las fiestas de San Juan, de gran tradición y arraigo en Aliaga. Los toros embolados, las vaquillas y el concurso de recortadores se han celebrado sobre la verde hierba del campo de fútbol, convertido durante unos días en ruedo improvisado. La gente ha disfrutado durante dos días con estos festejos. Eso sí, los toros y las vaquillas se han encontrado más cómodos en su terreno, como si estuvieran en el campo.

     Mientras te encaminas a la fuente de La Cedrilla, contemplas el paisaje primaveral. A pesar de que el calendario señala los primeros días del verano, todavía perduran las tormentas y la brisa fresca de las mañanas. Los árboles sonríen satisfechos. Algunos aún sobreviven, a pesar de la crudeza de los largos inviernos. Los que se encuentran enfrente del molino, fueron plantados hace cuatro décadas por los escolares del pueblo. En la ladera de las montañas, uno pinos jóvenes muestran toda su lozanía y las sabinas salpican la aparente aridez de algunas colinas pedregosas. Al filo del verano, todo se conjura para afrontar tres meses de temperaturas más altas, de crepúsculos dulces y dilatados, de noches interminables bajo el fresco rumor de la madrugada. La fiesta de San Juan marca un antes y un después en el devenir del pueblo. Y el mayo, como testigo mudo, dará la bienvenida a los vecinos y visitantes hasta que el verano vaya declinando, poco después de las fiestas de septiembre en honor de la Virgen de la Zarza.

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