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josemarco

LAMENTABLE ESPECTÁCULO

LAMENTABLE ESPECTÁCULO

     Aunque han transcurrido ya más de doce horas desde que finalizó el partido de ayer tarde en La Romareda, todavía me rondan una cadena de adjetivos para calificar la humillación histórica que sufrió el equipo local, mi equipo de toda la vida, en la primera parte del encuentro.

    Y es que, cuando encajas un gol en el primer minuto - muchos estábamos todavía acercándonos al campo -, cuando a los siete minutos ya pierdes dos a cero, y cuando a los treinta y cuatro minutos el marcador señala un humillante cero a cinco, no hay palabras para expresar la sorpresa, la estupefacción y el enfado ante lo que estaba pasando y ante lo que iba a venir después.

    Las reacciones del público local fueron muy diversas y espontáneas. Desde los que prometían romper el carnet de socio, hasta los que - como vemos en la fotografía - abandonaban el estadio antes de finalizar los primeros cuarenta y cinco minutos. Pero el grito más unánime estaba dirigido contra el palco, contra ese señor de gafas oscuras que se llama Agapito Iglesias y que dirige desde hace más de tres años la nave Zaragocista. Una nave que ayer hizo aguas y naufragó, a pesar del maquillaje final del resultado. Los espectadores están ya cansados de fichajes extraños procedentes de saldos, del desprecio olímpico a la cantera, de la obsesión por vender, de la descapitalización progresiva de la plantilla.

    Es verdad que quedan todavía treinta y seis jornadas. Todo un mundo. Pero es de esperar - piensan los más optimistas - que lo de ayer tarde haya sido un mero accidente. Eso sí, quedará en las hermotecas del fútbol para engordar la leyenda oscura de un club que no se merece los dirigentes que tiene.

 

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