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josemarco

LA NOCHE DE LOS TIEMPOS

LA NOCHE DE LOS TIEMPOS

     Leer la última novela de Antonio Muñoz Molina es adentrarse en un mundo sinuoso, carnavalesco y, en ocasiones, espectral. La noche de los tiempos, un libro que se acerca a las mil páginas, me ha envuelto desde el principio por su portentosa capacidad para el detalle, por su prosa envolvente y por su estilo limpio, nítido y sugerente.

    Sin llegar a la altura de su obra maestra, El jinete polaco, esta novela supone un regreso a las mejores páginas de un maestro de la narrativa y de un gran conocedor de la lengua con todos sus registros. Porque la historia del arquitecto madrileño Ignacio Abel es sólo un pretexto para acercarnos a los primeros meses de 1936 y a las semanas posteriores al inicio de la guerra civil.

     El tejido narrativo y la trama amorosa no deben cegar a los buenos lectores e inducirlos al desprecio o al olvido de un relato coherente y deliberadamente poético. Es verdad que a la novela pueden sobrarle algunas páginas, es verdad que el tema de la guerra civil ya está trillado y saturado. Pero también es cierto que pocos autores como el narrador de Úbeda han sido capaces de crear un clima intrahistórico, olvidado con frecuencia por las jóvenes generaciones.

    Me han cautivado las descripciones de ese Madrid prebélico y desconcertante. Me han llegado muy adentro las reflexiones sobre la inutilidad de las guerras, sobre los falsos fanatismos y sobre las secuelas de la cruedad. Pero lo que más me ha seducido es ese fluido de la prosa, ese dominio del arte de narrar, esa deliberada reiteración de atmósferas, de sentimientos, de vidas truncadas, de futuros inciertos, de viajes sin retorno.

    Es verdad que los personajes no están tan perfilados como quisiera el lector, es verdad que la trama no es original, es verdad que el final es bastante previsible.  Pero los que leemos una novela bien escrita, pasamos de puntillas por encima de estos perfiles anecdóticos y nos adentramos en lo que realmente importa: el arte de escribir bien, la tenue frontera entre la narración y el ensayo, el latido poético de cada párrafo, la agilidad de una prosa que pocos escritores actuales pueden igualar. 

2 comentarios

Óscar Maif -

A mí la novela me parece ante todo una gran historia de amor cuya virtud principal es ese valiente alejamiento del habitual y fácil maniqueísmo que adopta el autor en tan controvertido periodo.
Saludos.

J.M. -

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