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josemarco

SOL CREPUSCULAR

SOL CREPUSCULAR

      Un sol crepuscular, dorado e invernal me acompaña durante la hora y media de regreso a la ciudad del cierzo y de la niebla. A mi vera, pueblos dormidos, vacíos, irremediablemente condenados al olvido. A ambos lados de la carretera, montañas grisáceas, rocas machadianas y valles recoletos.

     Casi todas las fachadas encaladas están orientadas hacia el sur. De este modo, se convierten en mudos espejos de otro día que camina hacia el ocaso. En torno de los caseríos apiñados y presididos por esbeltas torres, las huertas amarronadas o yermas, los pinares solitarios y el río que murmura quedamente la eterna melodía del desamparo y la fugacidad.

     Desde la lejanía, se divisa la franja cárdena de niebla del valle del Ebro y, a lo lejos, los picos nevados de los Pirineos. Pero mucho más cerca, observo la central de Escucha, definitivamente clausurada, cual fantasma de cemento y escoria. Mientras tanto, en la radio recuerdan el setenta y cinco aniversario de la batalla de Teruel, que dejó la ciudad casi totalmente en ruinas. Hablan también de la marea blanca, del tirón de las rebajas y del final de un ciclo festivo.

     Mañana vuelta a la normalidad, a la bendita rutina, al fragor de la gran ciudad, a los atascos, a las prisas, a los reencuentros, al trabajo - para los afortunados que aún lo tenemos. Atrás quedan dos semanas de alegrías, de tristezas, de nostalgia, de charlas con los amigos, de melancolía, de soledad.

(Fotografía: Río Guadalope a su paso por Aliaga)

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