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josemarco

ESCAPADAS

ESCAPADAS

     Ha quedado atrás el turbulento, extraño y paradójico mes de febrero. Lo abandonas con alivio, como quien quiere emprender un nuevo viaje hacia la vida, hacia el renacer, hacia la primavera. Es verdad que el invierno todavía persiste, pero los signos de la nueva estación son ya evidentes: naturaleza exuberante, campos de cereal reverdecidos, ríos con un caudal copioso y luz crepuscular.

     Para disfrutar del paisaje, de la luz, de otros horizontes más abiertos que el cemento y el asfalto cotidiano, lo mejor es emprender una escapada aprovechando el día festivo entre semana. Esta vez la ruta elegida no ha sido el Pirineo, sino la comarca de las Cuencas Mineras, que todavía conserva retazos blanquinosos de la reciente nevada que ha llenado de esperanza a los agricultores y ganaderos. El destino elegido es Aliaga, tu pueblo de toda la vida. Pero intentas aprovechar del paisaje que flanquea esta ruta de hora y media: campos de Belchite con sus olivos centenarios, hondonada fecunda de Muniesa, pintoresquismo de Hoz de la Vieja, vega fecunda del río Martín, desolación ante la vista de la central de Escucha, campos teñidos de blanco en Valdeconejos y el encanto de la Val, con sus pequeños pueblos y sus huertas y bancales.

     Una vez en Aliaga, disfrutas de su paisaje familiar, siempre nuevo y sorprendente. Y contemplas y recorres toda la geografía de tu infancia, inundada de recuerdos y colmada de nostalgia: el castillo, la porra, el calvario, las calles empinadas, las casas solitarias, la ermita, el cementerio, el merendero y el río. Un Guadalope resucitado - como se observa en la foto -, vital, arrollador, intrépido. Ha dejado de ser el cauce desolado del pasado verano y se enriquece de un deshielo acelerado que se ha llevado por delante el encanto romántico del paisaje nevado.  En cambio, todo es agua, vida, oro para los campos y para los pantanos del Bajo Aragón.

    Ha sido sólo una breve y fugaz escapada. Y regresas a la ciudad con el ánimo templado, con la ilusión renovada y con un pequeño poso de nostalgia al abandonar estos núcleos rurales cada vez más solitarios y despoblados.

1 comentario

Pilar -

Me ha encantado volver a ver el río de la Val, y si que va crecido... En mis tiempos jóvenes también lo he visto alguna vez asi.