Blogia
josemarco

TRONCHON

TRONCHON

     Poco a poco voy conociendo todos los pueblos de la provincia de Teruel, de mi tierra. El pasado día 25, fecha de mi cumpleaños, me acerqué con los míos a la localidad turolense de Tronchón. Esa mañana pudimos disfrutar de un paisaje agreste, salvaje, pintoresco. El viaje de casi una hora desde Aliaga a este rincón encantador nos acercó a Pitarque, nos aproxímó e Villarluengo y nos permitió contemplar a lo lejos la silueta inconfundible de un pueblo con raíces medievales y huellas renacentistas. Es un pueblo enclavado en un lugar estratégico, baluarte defensivo durante las guerras carlistas y famoso por el exquisito queso de oveja y cabra, citado por Cervantes en El Quijote.

    Las calles de Tronchón son empinadas, recoletas, adustas. Descendiendo por una de ellas y dejando a la izquierda el histórico trinquete y la esbelta y desnuda torre de la iglesia, llegamos a Casa Matilde, uno de los lugares más visitados de la población. Allí nos recibe una mujer menuda, campechana y llena de amabilidad. Desde el primer momento nos sentimos como en casa. Porque Matilde es la dueña de una casa rural restaurada que ofrece a los visitantes un menú como los de antes: copioso, variado y muy nutritivo. Vale la pena acercarse a Tronchón para saborear los entremeses, el rabo de todo o el solomillo de casa Matilde.

    La tarde fresca, a pesar de estar todavía en agosto, nos permite acercarnos a visitar Casa Colás, en La Cañada de Benatanduz, otro pueblo pintoresco enclavado en un valle elevado y otoñal. La carretera es sinuosa y está cortejada por montañas escarpadas y desfiladeros sublimes. Nos recibe con los brazos abiertos los descendientes de la familia de mi abuelo materno. Me dice mi primo que los Colás descienden de Fortanete y se establecen luego en Troncón y en La Cañada. Precisamente me muestra un escudo de armas de una fachada de una cada de Tronchón. La tarde se desliza lenta, con una lejana amenada de tormenta que no llega a cuajar. Regresamos a Aliaga por Fortanete, por Villarroya de los Pinares, por Miravete. Lugares con encanto, castigados por un implacable clima invernal y por el lastre de la emigración. Masadas abandonadas, casas solitarias y una inmensa nostalgia.

    Un día para recordar. Una ruta para reeditar con más calma. Un paisaje de ensueño. Unos rincones arcádicos. Una soledad que grita desde dentro.

(FOTOGRAFÍA: Uno de los rincones más pintorescos de Tronchón).

0 comentarios