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josemarco

FIESTA DE LA DEMOCRACIA

FIESTA DE LA DEMOCRACIA

      Cuarenta años después de la muerte del dictador, Francisco Franco - al que algunos recuerdan todavía con nostalgia -, estamos celebrando una nueva fiesta de la democracia. Una más. Y que sean muchas. Eso significará que el sistema, a pesar de sus imperfecciones, goza de buena salud. Poco después de comer me he acercado con mi hijo al colegio electoral próximo a mi casa y hemos depositado nuestros votos en sendas urnas. Era la primera vez que votaba Javier en unas elecciones generales. A sus veinte años ya ha votado tres veces. No sé si mi padre - su abuelo - pudo votar más de dos veces en su corta y azarosa vida. Porque es verdad que lo que hoy - afortunadamente - consideramos como algo relativamente normal, fue algo impensable desde el año 36 hasta el año 1977. Fueron años oscuros, grises, de dura intransigencia y de mordazas por doquier.

      Por eso hoy es un domingo especial. Y, como en todas las citas electorales, he desayunado fuera de casa y a las ocho de la tarde estaré como un clavo viendo los imformativos de las distintas cadenas. Porque la incertidumbre es, de momento, lo que más predomina, a dos horas del cierre de los colegios electorales. Luego vendrá el recuento, los escaños y, a partir de mañana, contactos en todos los niveles y preparación de posibles pactos. De todos modos, lo que nos tiene que quedar de esta fecha es que en una España en paz, jóvenes, adultos y mayores han podido acercarse a las urnas y depositar su voto. Un voto que vale igual para todos. Lo mismo vale el de un potentado multimillonario que el de un humilde sin techo. Esa es una de las grandezas de la democracia.

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