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¡Hola, amigos! Quiero compartir con vosotros mi último poema. Se titula TARDE DE FEBRERO y está inspirado en un paisaje único e inigualable: la vertiente rocosa que se asoma sublime y amenzante a la carretera que comunica Aliaga con el barrio de la Aldehuela.
No estás solo.
Eres como esa roca
enhiesta
al borde de un camino
tortuoso
o como el árbol firme,
herido por el cierzo.
Somos muchos
los que aún eludimos
ese lastre fugaz de los
recuerdos
y afrontamos sin más,
cual un Sísifo eterno,
la lucha cotidiana
contra las injusticias,
contra la intransigencia,
contra oscuros silencios,
contra retornos grises
al pasado.
No estás solo
en esta tarde ausente
de un febrero alocado.
Sabes que somos muchos
los que aún buceamos
contra las pesadillas
de este tiempo fugaz,
intrascendente.
Volver a Aliaga para las ahora llamadas vacaciones o puente festivo de Semana Santa es acercarse a recorrer los escenarios del pasado y a rememorar vivencias ya lejanas. Porque los que hemos vivido durante nuestra infancia las Semanas Santas de los años cincuenta y sesenta, nos frotamos los ojos al comprobar cómo se vivían estas fechas. Los días llamados "santos" estaban marcados por la tristeza, la austeridad y un silencio que surcaba las calles y llegaba a todos los hogares. El día de Viernes Santo estaba especialmente marcado por ese dolor de la muerte de Jesucristo. En las casas lo vivíamos desde un cierto recogimiento, en la iglesia se sucedían los turnos de vela en el Monumento, los santos permanecían ocultos por un paño morado, las campanas dejaban de repicar y eran sustituidas por las carraclas, se ascendía al Calvario para rezar y cantar el Víacrucis y la procesión del Santo Entierro.
En estas fechas de vuelta al pueblo y de reencuentro con muchos amigos y vecinos, es bueno comentar y compartir diversas inquietudes relacionadas con la mejora de los servicios del pueblo. Porque está claro que hay que seguir explotando el sector turísticos, a pesar del bajón de los meses invernales. Una de las propuestas consiste en la restauración del edificio de la antigua Central Térmica y su transformación en un centro de interpretación industrial. Es algo positivo y ojalá se pueda llevar a cabo. También se sugiere la restauración del castillo cada día más olvidado y deteriorado. Tal como vemos en la fotografía, se convertiría en un lugar privilegiado para contemplar este pintoresco valle del Guadalope y disfrutar de una orografía única en toda Europa. Al mismo tiempo, los numerosos visitantes que llenan durante estos días y, especialmente, durantelos meses de verano los hoteles, casas rurales, albergues y restaurantes.
De todos modos, sería bueno ir pensando en alguna alternativa industrial, en la regeneración de la zona de cultivo agrícola, en la construcción de una residencia de ancianos y - ¿por qué no? - en la orientación para uso turístico del río y del cada vez más anegado embalse de la Aldehuela. No son sueños ni utopías. Es una posibilidad por la que habría que luchar desde todos los ámbitos.
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