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josemarco

¿ESPECTÁCULO O RELIGIOSIDAD?

¿ESPECTÁCULO O RELIGIOSIDAD?

     Nunca me hubiera imaginado hace unos años que las procesiones de Semana Santa pudieran tener tanto éxito a principios del siglo XXI. Pensaba – quizás con demasiada ingenuidad – que estas manifestaciones religiosas tradicionales quedarían reservadas al ámbito eclesiástico. Pero, al parecer, no ha sido así. Y los pasos de Jesús el Nazareno o de la Virgen de los Dolores siguen recorriendo nuestras calles y plazas para regocijo de los creyentes y admiración de los turistas.

     La cuestión que nos podemos plantear es la siguiente: las procesiones de Semana Santa, ¿se han convertido en un espectáculo o siguen manteniendo intacto su trasfondo religioso? Tal vez sea una mezcla de ambos. De todos modos, me parece excesiva tanta parafernalia propagandística y tanta exhibición de imágenes sagradas para atracción del turismo. Los auténticos creyentes no necesitan una excesiva exteriorización de sus sentimientos. Y las imágenes se pueden admirar durante todo el año.

     No sé si a Jesús de Nazaret le hubieran gustado este tipo de manifestaciones. Y todos conocemos su reacción cuando se utilizaban los lugares sagrados para otros fines distintos a los exclusivamente religiosos.

2 comentarios

Magda -

Para mi las procesiones de Semana Santa se han convertido en todo un espectáculo. En la ciudad de México existe una zona llamada Iztapalapa, ahí actualizan cada año todo el calvario, y no te imaginas la cantidad de personas que asisten. Yo no iría jamás, no me agreada ver como la persona que hace de Jesús se pone una corona de espinas y sangra. Sinceramente no comprendo todo esto, un show verdaderamente en el que hasta niños participan. Ya es patológico, fanatismo, noin creencia o fe, en mi opinión. Acá los sacerdotes no se ponen capuchas (que me recuerdan la edad media), solo se visten de morado pero con la cara destapada.

Javier López Clemente -

Las procesiones de Semana Santa, al menos muchas de ellas, son un espectáculo colosal, una sinfonía de colores, sonidos y olores. Un desparrame de escenografía que ocupa la ciudad (en este punto Javier Marias pilla unos rebotes de cuidado). Lo dicho, un gran show que suele hipnotizarme, desde los tambores hasta los costaleros sevillanos en ese esfuerzo sobrehumano de hacer bailar la imaginería.
Las creencias, bueno, las creencias son para el ámbito privado.