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josemarco

PRECAMPAÑA

PRECAMPAÑA

     Uno regresa a Zaragoza después de unos días de descanso y se encuentra una ciudad relativamente tranquila. La mayoría han reanudado su trabajo cotidiano, las calles guardan aún los ecos de los tambores procesionales y  el Ebro va volviendo poco a poco a recuperar su cauce habitual. Pero los que no han descansado durante estos días han sido los que preparan la campaña electoral. Porque en las principales calles y plazas de la ciudad ya lucen llamativos carteles de precampaña. 

    En esta ocasión los líderes políticos aparecen sonrientes, serenos y con un aspecto notablemente mejorado. Son los milagros del marketing. Junto a estos rostros tan conocidos, un mensaje escueto y lacónico. Unos plasman el nombre del candidato - como si no lo conocieran los potenciales votantes -, otros añaden un verbo en presente para manifestar su eficacia y otros han optado por un sustantivo abstracto para despertar interés por el partido al que el candidato representa. Al parecer, esto es la punta del iceberg. Un iceberg que estará formado por mítines, más carteles, mensajes verbales y presencia física entre los ciudadanos. Entonces se dejará de lado la imagen sin  palabras para optar por mensajes enrevesados, retóricos, con más o menos demagogia. Y la fuerza de la palabra volverá a los auditorios y polideportivos. Que se cumplan o no las promesas, es harina de otro costal. La mayoría de los electores ya lo saben. Y las imágenes les dejan casi indiferentes. Porque prefieren la eficacia del día a día. Y eso no se logra en mes y medio de precampaña. Aunque todo vale para convencer a los indecisos. Eso sí con honradez y respeto al que piensa de modo distinto. 

 

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