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josemarco

IMÁGENES VIRTUALES

IMÁGENES VIRTUALES

     La memoria se alimenta de imágenes. Los recuerdos se nutren de percepciones visuales. El futuro se anticipa mediante imágenes virtuales. Lo virtual, lo figurado, lo imaginativo está ganando cada vez más terreno a lo real, a lo vivencial, a lo presencial. Hasta lo más real se nos antoja virtual en ocasiones. Este mediodía, mientras cruzaba a paso ligero por la "Ciudad Jardín", en el zaragozano barrio de Delicias, contemplaba imágenes que se habían quedado grabadas en mi retina hace unos veinticinco años. Y me parecían irreales, virtuales. Me resultaba difícil y casi inverosímil contemplar ese pequeño oasis o paréntesis rural casi en el centro de una ciudad amenazada día a día por el cemento, el asfalto y la especulación urbanística.

     El pasado nos aporta imágenes virtuales, casi obsoletas, como las que nos ofrecían hoy las distintas cadenas de televisión para recordarnos los treinta años de democracia. ¡Cuántas imágenes para recordar! ¡Cuántas imágenes para olvidar! La mente se viste de nostalgia y de una leve melancolía cuando experimenta ese paso inexorable del tiempo. Son como fotografías casi amarillentas de ese álbum que guardamos sin saber por qué y que a veces contemplamos con recato.

     Pero las imágenes auténticamente virtuales son las del futuro. Un futuro como el de la Exposición Internacional de 2008, que se celebrará en Zaragoza de aquí a 365 días. Una cuenta atrás todavía virtual. Porque la realidad está en construcción, en proceso, en progreso, en continua innovación. De momento, a los que no hemos visitado las obras, ni tenemos intención de visitarlas, nos basta con la maqueta que casi hemos memorizado, con los bocetos, con los prospectos. Y confiamos en nuestros políticos, en nuestros arquitectos, en nuestros ingenieros, en las cabezas pensantes. Aunque nos asalta una pequeña duda ante la incertidumbre, todos pensamos que estas imágenes virtuales serán realidad dentro de un año. Luego se volverán a marchitar en la memoria y retornarán a un estado virtual menos futurista, más intimista, definitivamente ahogado por la cruda realidad. 

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