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josemarco

POSO HISTÓRICO DE LOS SIGLOS

POSO HISTÓRICO DE LOS SIGLOS

     El paso inevitable del tiempo va dejando una impronta en determinados edificios de las grandes ciudades o en el caserío de los núcleos rurales. A mediados del siglo XIX, con la llegada del Romanticismo, se despertó en España el afán por preservar los monumentos históricos de los desmanes de las guerras, del deterioro progresivo por el paso del tiempo o de otros comportamientos caprichosos e incluso vandálidos. Se crearon unos organismos para presevar los monumentos artísticos e históricos más representativos. Una labor difícil, en ocasiones utópica, que libró de la piqueta a muchos edificios que, casi milagrosamente, han llegado hasta nuestros días.

     Por eso es importante en la labor que realiza en Aragón APUDEPA (Asociación de Acción Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés). Es una tarea de denuncia, pero de denuncia constructiva. Y es una labor de sensibilización hacia la opinión pública. Gracias a sus intervenciones, muchos ciudadanos hemos conocido atentados indiscriminados contra monumentos histórico-artísticos. Gracias a sus inquietudes, se han logrado evitar acciones traumáticas sobre edificios de gran valor y riqueza.

     La última llamada de atención de Apudepa tiene como objetivo salvaguardar la Casa Dueso, un edificio emblemático del siglo XVIII, situado en el casco histórico de Fraga, muy cerca de la monumental iglesia de San Pedro. Los portavoces de esta asociación hablan de aberración cultural, patrimonial, histórica y arquitectónica. Lo mismo opinarían hoy los viajeros románticos José María Quadrado y Francisco Javier Parcerisa, que en el otoño de 1844 comenzaron su recorrido por el Aragón monumental precisamente en la ciudad de Fraga. Les admiró la antigüedad de su caserío y lo pintoresco de sus calles y plazas.

     Apudepa intenta que ese tejido histórico no se rompa y que la memoria social colectiva se conserve para las futuras generaciones. Todos sabemos que es más fácil derribar que restaurar. Pero derribar por derribar no tiene sentido y, desde el punto de vista artístico, es algo totalmente absurdo.

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