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josemarco

ADIÓS A UN POETA VITAL

ADIÓS A UN POETA VITAL

     Todavía tengo el enlace del poeta Antonio Pérez Morte, que falleció recientemente en Sabiñánigo, donde residía y creaba. La noticia me ha dejado helado. Se nos va un amigo, un poeta, un amante de la vida y de Aragón, la tierra que le vio nacer en Zuera en 1960.

      No lo llegué a conocer personalmente, pero sé que vivía por y para la literatura, me animaba a seguir adelante con mi blog y me comentaba con especial sensibilidad algunos de mis poemas y artículos. Antonio era un poeta del paisaje, de la amistad, del amor, de la denuncia. Y creía que la literatura era un remidio contra la soledad y las sombras de la noche. Tenía una fe ciega en la literatura como consuelo y contagiaba a sus amigos esa vocación de poeta desde dentro.

      Han sido muchas sus colaboraciones en la prensa y en revistas tan emblemáticas como Trébede, Rolde o la excelente Turia. De entre sus obras destacan Escombros o De puño y letra. Pero no podemos olvidar los poemas escritos en su blog y que quedarán ahí como una huella imborrable de su presencia vital y esperanzadora.

      Como homenaje a Antonio, plasmo este poema que recoge en su blog Marta Navarro y que supone a su vez un homenaje y reconocimiento a los poetas aragoneses:                                        

                       Tomaré de Seral el amor a la palabra,
                       de Pinillos pasión, fortaleza y constancia.
                       La humildad, la intuición de Lucianico Gracia,
                       para cantar cada día con su voz asombrada.

                       La verdad de Ildefonso, sus dudas más largas.
                       La soledad de Guillermo, siempre solidaria.
                       Con Miguel me hundiré en sus preguntas eternas,
                       cuando huya con “sumido” a una isla desierta.

                       De Luesma, la luz, la sed… la tristeza
                       de cantar Aragón, Sinfonía Incompleta.
                       De Labordeta la rabia y también la ternura
                       de quien canta por amor y por amor denuncia.

                       De Julio Antonio el amor, amores de leyenda,
                       de Navales elegancia y de Ferreró belleza.
                       La rebeldía de Guinda, su palabra desnuda.
                       De Rosendo, paisajes, reflexiones y fábulas.

                       La experiencia de Alegre, el misterio de Prat.
                       La memoria de Rodríguez, la artesanía de Trisán.
                       La nitidez de Vallés, la construcción de Esquillor,
                       la utopía entrañable de Emilio Gastón.

                       La rotundidad de Petisme, la sencillez de Teresa,
                       el compromiso de Rey y la esperanza de Serna.
                       De Ciordia ironía, transparencia de Blancas.
                       La hondura de Vilas y la amargura de Salas.

                       La fuerza de Andú, de Saldaña su magia.
                       La melancolía de Antón, de Alcubierre nostalgia.
                       De Lasala, sin duda, las confesiones más tiernas
                       y también la emoción y la inquietud de Sopeña.

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