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josemarco

LOTERÍA Y POLVORONES A DESTIEMPO

LOTERÍA Y POLVORONES A DESTIEMPO

     Nunca me ha gustado el mes de noviembre. Treinta días anodinos, monótonos, rutinarios, sin apenas alicientes. Además, el otoño se enseñorea del paisaje y cubre de espesa niebla los valles y las ciudades. Noviembre es, además, un mes con pocas festividades. Después de la siempre inoportuna celebración de Todos los Santos, sólo San Martín figura como uno de los patronos de muchas localidades aragonesas. San Martín el del veranillo y el de la generosidad.

    Precisamente esta tarde apacible y lluviosa de sábado nos ha llevado a la cercana localidad de Grisén, muy cercana a la factoría Opel de Figueruelas, para disputar un campeonato de guiñote. Han sido dos horas de entretenimiento: sorteos, cotos y partidas que pueden decidir el pase a la siguiente eliminatoria. Aunque sólo hemos llegado a cuartos de final, hemos conocido otro núcleo rural del valle del Ebro que vive de la agricultura y - ¡cómo no! - de la industria del automóvil. Al pequeño núcleo más antiguo de la población, se han añadido casas adosadas de planta baja con su garaje y pequeña parcela, que son la envidia de muchos visitantes. Aquí todavía no se respira la Navidad como en la gran ciudad. A pesar de ser una fiesta local, reina la tranquilidad y el buen ambiente.

    En cambio, nada más regresar a Zaragoza, vuelven a bombardearnos con el nuevo anuncio de la Lotería Nacional del 22 de diciembre y en los comercios y grandes almacenes se topa uno sin querer con montones de polvorones y de tabletas de turrón. Aún falta más de un mes para las fiestas navideñas y la fiebre consumista intenta romper la rutina de este mes aparentemente insípido y anodino. Es la mala costumbre de los humanos: anticipar el futuro para huir del presente, soñar despiertos en utopías inalcalzables para evadirnos de las servidumbres de lo cotidiano. Ese día a día marcado por la corrupción, la ineptitud y la superficialidad.

    No sé si los grandes gestores comerciales lograrán lo que se proponen. Pero ahí está el el contraste: pequeños comercios cerrados en los barrios, indigentes buscando en los contenedores y, en el otro lado, toneladas de turrones, polvorones a granel y un billete de lotería que hechiza al conductor desde las azoteas y las avenidas.

1 comentario

Mª José Arpal Gimeno -

Me gusta mucho tu reflexión. El afán de hacernos consumir hará que anuncien los turrones a la vuelta de vacaciones. Como bien dices tenemos la mala costumbre de anticipar las cosas y no creo que eso sea bueno.