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josemarco

¿TERUEL EXISTE?

¿TERUEL EXISTE?

     En estos días de campaña electoral, en estos días de promesas, en estos días de reflexión, análisis y estadísticas, me ha llamado la atención un artículo de Javier Sampedro sobre la provincia de Teruel y su situación de abandono histórico, publicada en la edición digital de El País. Es una opinión discutible y matizable, pero se pueden extraer algunas conclusiones y puede servirnos de elemento de reflexión a los que valoramos esta tierra y tenemos sus raíces en ella. Plamo aquí el texto. Vale la pena una lectura detenida y una interpretación crítica del mismo.

     Un cuarto de millón de turolenses había en 1910 y ahora no llegan a 140.000, lo que indica una manifiesta escasez de turolenses en nuestros días. Según la coordinadora Teruel existe (http://www.teruelexiste.net/), el 90% de los 236 pueblos de la provincia "rebasan el umbral de los muy viejos y el 32,6% se consideran terminales". De hecho, hay 68 pueblos que no alcanzan los 100 habitantes, y otros 120 que sí pasan pero no mucho, porque no llegan a medio millar. En cinco puntos se queda corta su población activa de la media española, en diez su crecimiento poblacional (que no es tal: -5% de crecimiento vegetativo, o nacimientos menos muertes).

     Nada de esto implica que Teruel no exista, sin embargo. Lo que sí implica es que dejará de existir si la autoridad competente no crea empleos, construye ferrocarriles, adecenta carreteras y estimula enseñanzas, y es sabido que las autoridades competentes son poco propensas a esas actuaciones, salvo esporádica inauguración de piedra en descampado.

     Pese a todo ello, Teruel tiene una probabilidad aceptable de seguir existiendo a trancas y barrancas mientras su entorno natural lo permita. Ésta es la lección que nos enseñaron Rapa Nui y el resto de las islas de pascua colonizadas por los austronesios en el Pacífico. Como el antropólogo Jared Diamond demuestra de manera aplastante en Colapso (Debate), la correlación entre la ruina del entorno y la defunción de una sociedad es poco menos que matemática en ese enjambre polinésico.

     Y, por muy dañinos que pudieran ser los turolenses para su medioambiente, no parece probable que lo puedan dañar mucho siendo tan pocos. Seguramente hemos encontrado aquí, por fin, la prueba ontológica de la existencia de Teruel, ¿no creen?

      Pues no señor, si hemos de fiarnos del índice de "medioambiente y entorno natural" del servicio de estudios de La Caixa (del que les recomiendo vivamente la versión en papel: no hay otra), que da notas del 1 al 10 como si de electrodomésticos se tratara. Tres dieces orondos para las Islas Baleares, Guipúzcoa y Pontevedra. Y un mondo y pelado uno para Teruel. Si las desgracias son como las cerezas -que vienen a pares-, las desgracias turolenses se parecen más a los racimos de uvas que a ninguna otra fruta.

      ¿Qué quiere decir ese indicador? Muchas cosas: agrega la extensión de bosques (no mucha), incendios forestales (del montón), espacios naturales protegidos (vulgar), ruido, contaminación, suciedad y pestilencias industriales (templado), número de días con el mercurio bajo cero (frío) y playas distinguidas con la bandera azul por la Unión Europea (gélido).

     Le decía yo a Conistorsis el onubense que "no hay mejor estrategia en la vida que nacer en el lugar adecuado, aunque también ayuda elegir a los padres correctos". Responde Conistorsis: "Si pudiera elegir padres, me quedaría con los que tengo, gracias. Si pudiera elegir genes, sería un cruce entre Brad Pitt, Einstein, Woody Allen, Rafa Nadal y Nacho Vidal. Y si pudiera elegir ciudad, me iría a aquella que tuviera mejores restaurantes, bibliotecas, cines y teatros; que amara más la ciencia y la verdad, y menos el fanatismo religioso o nacionalista; que fuera más hospitalaria y cosmopolita; y que tuviera menos delincuencia: Nueva York".

     ¿Pruebas de la existencia de Teruel? Quédense con la de Voltaire: si Teruel no existiera, habría que inventarlo.

 

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