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josemarco

LLUVIA PRIMAVERAL

LLUVIA PRIMAVERAL

     Cae la lluvia lenta sobre el tapiz verde de los campos de naranjos en la comarca valenciana de la Ribera Alta. Cae la lluvia copiosa y se deslizan sus gotas plateadas por las ramas repletas de flores de azahar. Aroma de azahar por doquier. Aroma de azahar en la ribera del río Verde, anegado en algunos tramos por residuos de todo tipo. De vez en cuando, un trueno rompe el silencio del paisaje y se filtra entre los caminos que conducen a las propiedades más recónditas. Color cárdeno en el horizonte. Color de Semana Santa. Color de un abril cambiante y caprichoso.

     La lluvia primaveral cesa casi de repente y da paso a un sol insolente, casi veraniego. Es el momento del paseo, de la contemplación de un paisaje típicamente mediterráneo, de dar rienda suelta a los sentidos, de disfrutar de este paréntesis primaveral. Con el crepúsculo, volverá la lluvia. Y la humedad se filtrará por las rendijas de las ventanas. Y quedará en el horizonte una tenue luz casi inapreciable.

     El largo y dilatado invierno ha cedido, por fin, el relevo a unos días de luz y de contrastes. Contraste entre el día y la noche, entre la mañana y el atardecer, entre el silencio del campo y el bullicio de la ciudad, entre la efervescencia de la naturaleza y el sopor del asfalto y el cemento. Porque abril es el pórtico de la primavera, el abanderado de la lluvia, el anticipo del verano. Por eso esta lluvia copiosa nos reconcilia con el paisaje y nos empuja, como un trampolín, hacia la vida y la esperanza.

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