Blogia
josemarco

RETORNOS

RETORNOS

    Al filo del crepúsculo, emprendes tu camino de regreso a la gran ciudad con el equipaje lleno de nostalgia y de incertidumbre. Te vas despidiendo mentalmente de todos los vecinos, de todos los amigos. Dejas atrás tardes interminables de guiñote, rutas pintorescas en bicicleta, marchas senderistas, partidas de frontenis en el trinquete, encuentros festivos en los pueblos de la sierra y un verano inclemente que parece no querer llegar a su fin.

    Miras de vez en cuando por el retrovisor del coche y contemplas las primeras luces de Hinojosa de Jarque en plenas fiestas, atestada de coche, aunque sólo sea por tres cortísimos días. Avanzas hacia la ciudad, hacia el cemento, hacia la rutina, hacia un ritmo de vida muy distinto. Ahora sólo piensas en algún fin de semana otoñal. Y esperas que vuelvan las tan esperadas lluvias, que el río vuelva a renacer, que la humedad rezume por todas las esquinas, que el campo se vista de un amarillo otoñal, no de un amarillo de sequía y desolación.

    Cada retorno es distinto. Pero, en el fondo, casi todos los regresos de vacaciones tienen el sabor agridulce de la nostalgia. Eso sí, te consuela tal vez el reencuentro con los amigos que se quedaron en la ciudad, la vuelta a una mal llamada normalidad, la ilusión de soñar con nuevas metas y diferentes retos. Pero, en el fondo, no puedes evitar el peso del recuerdo y la sensación de fugacidad de tantas vivencias. Te despides hasta el año que viene, hasta el verano que viene, hasta las próximas vacaciones. Y piensas en lo inmediato. En los asuntos que te quedan pendientes, en los temas siempre diferidos, en los momentos de silencio y soledad que acompañarán muchos de tus días.

    Ya estás llegando a tu destino. Ha sido poco más de hora y media de viaje. Lo suficiente para lanzar esa mirada retrospectiva a un mes largo de ocio, de tranquilidad y - por qué no - de actividades de todo tipo. Un verano más en tu memoria. Un verano más en el sendero abonado de los sueños.

0 comentarios