MI ADIÓS A JOSÉ ANTONIO LABORDETA (I)
Son tantos los sentimientos que se agolpan en este momento en mi corazón, son tantos los recuerdos que se entrecruzan en mi mente, son tantas las reflexiones que surcan mi cerebro, que va a ser muy difícil expresar en unas líneas mi homenaje personal a esta gran persona, a este amigo, a este maestro, a este ciudadano de a pie, a este aragonés universal que nos acaba de dejar.
Conocí a José Antonio hacia el año 1974 en Barcelona en uno de los recitales semiclandestinos que se celebró en un Colegio Mayor Universitario de la capital catalana. La sala estaba abarrotada y reinaba todavía un clima de miedo e incertidumbre. Pero descubrí al auténtico Labordeta - profesor, poeta y cantautor - un quince de agosto en Jorcas (Teruel) allá por el año 1978, en plena transición. Era muy amigo de mi primo Luis Vicente - que nos dejó huérfanos de su sonrisa - y después de los recitales en la plaza del pueblo abarrotada, compartíamos la cena con José Antonio. Su sentido del humor, su ironía, su socarronería llenaban de vida aquel pequeño comedor de mis tíos Narciso y Paquita. Luego vendrían los recitales en el Teatro Principal de Zaragoza, en el Palacio de Deportes de Barcelona, en la plaza del Pilar. Pero José Antonio nunca faltaba a esa cita con Jorcas, a esa cita con los habitantes de esta sierra turolense, cada vez más olvidada.
Barcelona y Jorcas. Jorcas y Barcelona. Dos polos opuestos demográfica y geográficamente que se unen para enlazar la trayectoria intachable de este cantautor que nos ha dejado una herencia poética y musical irrepetible. Me conozco casi todas las canciones de Labordeta. He leído casi todos sus relatos y poemas. Y he vibrado de emoción con canciones como La vieja, Aragón, La albada, Somos o El canto a la Libertad.
Quiero recordar en este día a ese José Antonio franco, sincero, espontáneo, cabal. Quiero recordar al profesor de Geografía e Historia, al representante aragonés en el Congreso de los Diputados, al viajero por España con la mochila al hombro, al defensor de su tierra, al amigo de sus amigos, al aragonés hasta la médula. Y quiero hacerlo plasmando uno de los poemas que escribió en su blog - que tengo como enlace - titulado DÍAS HUIDOS:
Los alumnos me saludan
con la dulce nostalgia
de los días huidos.
y, con melancolía,
me recitan, en los largos pasillos,
los versos de Vallejo cuando era domingo
en las claras orejas de su burrro.
Luego cantamos canciones de despedida
y se van como la lenta tarde de este sábado.
lleno de sol y de infinitos rostros anublados
de aquellos muchachos y muchachas
que se amontonan lentos
en el fulgor impertinente de toda la memoria
inacabada.
1 comentario
filo -
A este aragonés universal,honrado y comprometido.