INICIATIVAS INDUSTRIALES PARA TERUEL
El gobierno central ha presentado esta semana un Plan de Actuación Específico para la provincia de Teruel. La idea es buena e incluso loable. Lo que ocurre es que estos 19 millones de euros para proyectos empresariales no vayan a parar adonde todos quisiéramos y se concentren en pocas poblaciones, especialmente en Andorra y en Utrillas. Es verdad que las infraestructuras ya están preparadas, es verdad que el proceso ya está en marcha, es verdad que ya tienen una cierta tradición industrial. Lo que ocurre, sin embargo, es que la tarta siempre se la reparten entre unos pocos. Y la verdad es que no hay demasido que repartir.
He leído con detención la noticia, he comprobado los proyectos y las adjudicaciones y me ha quedado un sabor agridulce. No sé cuál puede ser la causa: si la ausencia de propuestas, la escasez de población o las deficientes comunicaciones. El caso es que - con excepción de Villarroya de los Pinares y la citada Utrillas - las comarcas del Maestrazgo y las Cuencas Mineras se quedan prácticamente como estaban: huérfanas de proyectos industriales. Es cierto que el plan habla de reindustrialización, es decir, de una acción sobre algo que ya funciona de antemano. Y esto es como el pez que se muerde la cola: las zonas con una pequeña industria se verán revitalizadas - Alcorisa, Andorra, Cedrillas, Mora de Rubielos - y las demás (la inmensa mayoría) seguirán unos años más en el olvido. Al menos en lo que a infraestructuras industriales se refiere. Aliaga, en concreto, no figura en esta relación. No sé cuál será la causa. Inquietudes creo que no faltan. Pero, si se sigue esperando, tal vez sea demasiado tarde.
Mientras tanto, se habla de turismo, de restauración de rehabilitación de edificios antiguos o de adecentamiento de monumentos históricos. Sin embargo, quizás sean insuficientes estas actuaciones para fijar la población o para crear nuevos empleos. La industria es, sin embargo, el complemento ideal para el turismo y los servicios. Porque sin un mínimo tejido industrial, desaparecen los comercios, se cierran las entidades bancarias, se clausuran las escuelas y los pueblos de convierten en un atractivo turístico sólo para los cortos meses de verano. Y en un oasis para los jubilados. Esa es la realidad. No deja de alegrarnos, de todos modos, la rehabilitación del antiguo horno de pan de la Cañada de Benatanduz. Pero nos gustaría que fuera el indicio de la recuperación de una de las comarcas turolenses más castigadas por la emigración durante las décadas de los sesenta y de los setenta. El reto es difícil. Y va mucho más allá de un plan de reindustrialización que no le vendrá mal a la provincia.
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Joherg -