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josemarco

PUEBLOS

AGOSTO EN ALIAGA (1)

AGOSTO EN ALIAGA (1)

      Todos hemos soñado con un pueblo de Teruel en agosto. Unos pueblos que renacen, que parece que vuelven a sus orígenes, que recobran la vida que perdieron hace ya varias décadas. Y Aliaga no podía ser la excepción. Ni mucho menos. La mayoría de sus casas vuelven a abrir sus puertas. Y llegan las reformas, la limpieza general y la charla animada con los vecinos. Unos vecinos a los que sólo se suele ver una vez a año. Y los niños animan las calles, y las pocas huertas que se siguen cultivando están en su plena lozanía. Y se suceden las fiestas,las verbenas populares, los concursos de guiñote y las cenas eternas.

      Porque en agosto hay tiempo para todo. Los paseos matinales por las orillas del Guadalope y las rutas en bicicleta también sirven para respirar un aire incontaminado y dejar atrás el estrés y la rutina de la ciudad. Una de estas pequeñas excursiones nos acerca a la recoleta y humilde fuente del Molar, que apenas sobrevive a la sequía de este verano y nos regala un agua fresca e incontaminada. Son muchas las rutas como ésta. Y poco a poco iremos desgranando otras. Porque es en verano cuando más se puede disfrutar de estos parajes, cada vez más olvidados.

      Incluso días cenicientos como hoy tienen un atractivo especial. Parecen un anticipo del otoño. Pero no. Aún queda mucho verano por delante, muchos amigos a los que saludar, muchos momentos que compartir, muchos senderos que recorrer, muchos momentos que recordar, muchos proyectos con los que soñar. De momento, aún estamos en el ecuador del verano. Y es tan efímero que habrá que aprovechar hasta el último suspiro.

(Foto: Fuente del Molar en Aliaga)

CAMPOS EN AGOSTO

CAMPOS EN AGOSTO

     Cuando llega el tercer fin de semana de agosto, el pueblo turolense de Campos - perteneciente al municipio de Aliaga - cambia de fisonomía y sus casas vuelven a acoger a tantos vecinos dispersos por Barcelona, Madrid, Zaragoza o Valencia. Da gusto contemplar la plaza llena de niños, jóvenes y mayores. Aunque sólo sea por unos días. Mientras se juega un consolidado campeonato de guiñote en una sala cultural ubicada en el edificio del antiguo ayuntamiento, los niños saltan en las colchonetas hinchables y los jóvenes bailan al compás de la música de una dico móvil. Eso sí, en la plaza ya no está el viejo olmo, símbolo ancestral de este pueblo. Un pueblo que en los años cincuenta llegó a superar los trescientos habitantes y ahora apenas llega a veinte. En las paredes de un cuidado salón-biblioteca observo fotos en blanco y negro de finales de los años cincuenta y primeros de los sesenta. En ellas aparecen niños de mi tiempo en edad escolar, jóvenes agricultores, escenas de diversión en las calles, ceremonias religiosas... Eran momentos importantes para este pueblo eminentemente agrícola y con una mina de carbón que tuvo vida efímera. A partir de los años sesenta, se comenzó a desangrar como tantos pueblos de su entorno. Sus habitantes tuvieron que emigrar para encontrar una salida laboral o profesional. Y las calles se llenaron de silencio y soledad. Un silencio que se rompe por unos días. Porque los vecinos de Campos aman su pueblo y tienen intención de mejorar sus servicios culturales y sociales.

    Ayer tarde pude comprobar de nuevo esta paradoja: ahora que los pueblos se quedan vacíos, se mejoran las infraestructuras y dotaciones. De todos modos, hay mucho camino por recorrer. Y en ello están los habitantes de este lugar encantador situado a casi mil trescientos metros de altitud.

MIRAVETE EN AGOSTO

MIRAVETE EN AGOSTO

     Miravete de la Sierra, ese pueblo de la comarca del Maestrazgo en el que "nunca pasa nada" renace de sus cenizas de soledad y silencio durante el mes de agosto y se convierte en un lugar atractivo desde todos los puntos de vista.

    Aprovechando las celebraciones de mediados de agosto en honor de san Cristóbal y san Roque, nos acercamos desde Aliaga para disfrutar de una tarde de concursos, animaciones y, ya al filo de las doce de la noche, el toro embolado. Y nos damos cuenta de que Miravete tiene su encanto: un enorno natural privilegiado, un trazado urbanístico peculiar, un sabor a pasado, un multiservicio rural, una huerta regada por el Guadalope, una esbelta torre de la parroquia de nuestra señora de las Nieves, una fuente circular con cuatro caños, un puente medieval, unas calles empedradas, unas casas rurales muy bien conservadas y un molino harinero recién restaurado.

    Por todos estos motivos, Miravete puede considerarse como símbolo de muchos pueblos turolenses en los que la despoblación ha hecho esgtragos. Casi todos sus vecinos emigraron hacia Valencia o hacia Cataluña en la segunda mitad del siglo pasado y ahora sólo se reúnen en determinadas fechas. Sus hijos y nietos ya no han nacido allí, aunque visitan el pueblo de sus padres y abuelos, al menos una vez al año. Da gusto recorrer las calles de Miravete durante estas fechas. Un pueblo que respira silencio y tranquilidad por los cuatro costados.

     Todos nos preguntamos qué será de Miravete en un futuro no muy lejano. Qué ocurrirá cuando sus ocho habitantes que permanecen allí durante todo el año ya no estén. ¿Será un pueblo vacío y solitario? ¿Su potencial turístico volverá a atraer nuevos habitantes? Estas y otras preguntas nos planteamos mientras nos dirigimos al antiguo molino harinero por un camino surcado de chopos cabeceros, de avellanos, de pequeños olmos y de algún azarollo.

TARDE FESTIVA EN CAMARILLAS

TARDE FESTIVA EN CAMARILLAS

     A poco más de diez kilómetros de Aliaga se encuentra Camarillas, ya en la comarca de Teruel. Situada en una eminencia de más de 1300 metros, exhibe su arquitectura civil y sus monumentos religiosos, entre los que destaca la ermita de la Virgen del Campo. Antes de entrar en el pueblo, a mano derecha, se puede contemplar el nevero, uno de los pocos que quedan en la provincia. Ya en el pueblo, surcado por una larga calle, se advierte el bullicio de las fiestas patronales en honor de San Roque. A lo lejos, se oye el sonido de las jotas que amenizan la sobremesa en el pabellón municipal y el parque de atracciones muestra una imagen poco frecuente durante el resto del año: niños en los columpios, con la bicicleta o dándose un remojón en la piscina.

     Nos detenemos delante de la iglesia de la Virgen del Castillo, un monumento barroco del siglo XVII que se hundió a finales del siglo XX. Su restauración será costosa, como la de tantos otros edificios civiles o religiosos. Al contemplar su esbelta torre cuadrada que emerge cual centinela entre las ruinas, nos imaginamos un pasado no muy lejano con las bóvedas intactas y el recinto lleno de fieles. Eso ya ha pasado a la historia y, lamentablemente, el edificio se va desmoronando paulatinamente y se va cubriendo de zarzas y maleza. Si estuviéramos en la época del Romanticismo, podríamos hablar de una poética de las ruinas. Unas ruinas que comparte con la iglesia primitiva, situada junto al castillo en lo más alto de la población.

    En nuestro recorrido por Camarillas llaman la atención las casas de piedra que están siendo restauradas o edificadas de nuevo. Paradójicamente, podemos comprobar que ahora que los pueblos se quedan casi sin habitantes durante los largos meses de invierno, es cuando mejor fisonomía presentan. Sus vecinos cuidan de las casas de sus antepasados, las restauran e invierten en el lugar que les vio nacer. Eso sí, los monumentos civiles o religiosos que sustentan sus raíces tendrán que esperar para ser restaurados. ¿Se hará realidad algún día este sueño?

  

TARDE TAURINA EN VILLARROYA

TARDE TAURINA EN VILLARROYA

     Como todos los años, Villarroya de los Pinares ha celebrado las fiestas patronales en honor de Santiago Apóstol. Han sido unos días intensos, repletos de actos lúdicos y muy bien organizados por la comisión de fiestas. El fin de semana ha atraído a este pueblo de la sierra turolense a muchos vecinos de los pueblos cercanos, especialmente de Aliaga.

     Los festejos taurinos son los que atraen a más visitantes. No sólo el toro embolado de las noches del viernes y del sábado, sino las vaquillas de la tarde. Precisamente la tarde del sábado nos deparó un evento singular, organizado por una empresa de actos taurinos. Las vaquillas de la empresa Navarre de Mora de Rubielos fueron toreadas como si de una corrida se tratara por cuatro cuadrillas de jóvenes adecuadamente uniformadas. Cada una de ellas se distinguía por el color de sus trajes. Una de las que más atrajo las miradas del público fue la compuesta por seis miembros de la peña "Los zumbaos" de Aliaga. Con Pablo como torero principal, Javier como picador, Jorge como espada y tres excelentes banderilleros llevaron a cabo una faena incruenta y totalmente lúdica. Las vaquillas contribuyeron al festejo con una inusual nobleza y todas las cuadrillas fueron ovacionadas y recibieron los correspondientes trofeos en orejas y rabo.

    Es verdad que este tipo de festejos tiene cada vez más detractores. Pero es una tradición que, de momento, no se quiere perder. Además, se tiende cada vez más a que los festejos no hagan sufrir al animal y sean cada vez más lúdicos. Así se demostró el sábado en Villarroya y esperemos se repita en Aliaga el próximo mes de septiembre.

Fofografías: Los componentes de la cuadrilla de Aliaga.

AGOSTO EN ALIAGA (IV)

AGOSTO EN ALIAGA (IV)

     Tengo entre mis manos el programa de fiestas de Aliaga de este año. Del 5 al 9 de septiembre tendrán lugar todo tipo de actos con motivo de la celebración de la Virgen de la Zarza. En este programa me han publicado un soneto acompañado de una excelente fotografía. Lo quiero compartir con todos los que os asomáis de vez en cuándo a este blog.

                                    

                                    SONETO A ALIAGA

                         

                           Oculta entre montañas escarpadas

                         y acunada en silencio en valle agreste

                         te orientas sin recato hacia el este

                         para que el sol te encuentre engalanada.

                       

                          Enraizada entre ibera y musulmana

                         te sientes orgullosa de tu historia

                         y en tus piedras reside la memoria

                         de siglos y de vidas olvidadas.

 

                           Un testigo pregona mil vivencias

                          de la que fue castillo y fortaleza

                          y la porra se erige en eminencia

 

                          de esta villa que aún muestra su nobleza

                          surcada por dos ríos hermanados

                          y rica en minerales, agua y huertas.


 


CERVERA DEL RINCÓN

CERVERA DEL RINCÓN

     Cada mes de agosto aprovecho para acercarme a pueblos casi olvidados que conforman la geografía del Teruel profundo. Son enclaves solitarios, pintorescos, perdidos entre las montañas agrestes y los valles profundos. Uno de estos pueblos es Cervera del Rincón, situado al abrigo de una de las estribaciones de la sierra de San Just y envuelto en el silencio y la soledad, incluso en pleno verano.

     En invierno no llega a la veintena de habitantes, pero en verano los hijos del pueblo o sus descendientes vuelven unos días a la tierra que les vio nacer y recorren sus campos, ascienden a sus montañas o se acercan a lugares que ha mimado la naturaleza como Las Parras de Martín. Sus más de mil doscientos metros de altitud lo emparentan con localidades cercanas como Son del Puerto, Pancrudo, Rillo, Fuentes Calientes o Mezquita de Jarque. Pero Cervera es peculiar. Destaca su torreón medieval, sus peirones y el frontispicio de la iglesia de la Asunción.

    Para ir desde Aliaga a Cervera tomamos una pista forestal asfaltada que parte desde Mezquita de Jarque. A la izquierda dejamos el nacimiento del río La Val y a la derecha se asoma Son del Puerto, entre altivas rocas y oscuros pinares. Pero todavía hay que acercarse hasta las abandonadas minas de Rillo y dirigirse hacia Pancrudo, municipio al que pertenece Cervera. Todo han sido malabarismos para visitar a unos familiares que residen en Valencia y buscan en verano unas temperaturas suaves y una inusual tranquilidad.

    Ahora Cervera del Rincón ya no es un pueblo perdido al final de la carretera. Me comenta mi primo que han asfaltado la pista que se dirige a Las Parras de Martín y desde allí pueden acercarse a Utrillas para comprar o para pasar un día de ocio. Decidimos por eso regresar a Aliaga por Las Parras y, de paso, conocer un nuevo pueblo de la provincia. Un lugar casi desconocido para muchos aragoneses y muy valorado por la orografía que dibuja el cauce del río Martín: cascadas, cuevas y pozos imponentes. La ruta es difícil y complicada, pero el paisaje que observamos merece una nueva visita con más calma. Ya anochece cuando dejamos a la izquierda la factoría Casting Ross y llegamos a Utrillas. Ahora sólo nos queda una parada casi obligada: la fuente del vaso. Saboreamos el agua fresca y cristalina que baja de la sierra y llegamos a casa con una sensación agridulce. Dentro de pocos días estos pueblos volverán a quedarse casi vacíos: sin niños en las calles, sin chimeneas humeantes en invierno, sin un bar donde charlar o jugar la partida de guiñote.

OLIETE

OLIETE

     Pocas veces son noticia a nivel nacional pueblos de la olvidada y cada vez más despoblada provincia de Teruel. Y cuando aparecen en las portadas de los principales medios de comunicación es para hablarnos de anomalías climáticas como temperaturas extremas en invierno, problemas en infraestructuras, conflictos laborales o - como en este caso - desastres naturales producidos por los caprichos de la meteorología.

     Uno de los municipios más afectados ha sido Oliete, pueblo que ronda los cuatrocientos habitantes, que está situado en la comarca de Andorra-Sierra de Arcos y que, como tantos otros, sufrió una brutal emigración de sus vecinos durante los años 60 y 70 del siglo XX. Esta vez los daños no han sido sólo materiales. Las consecuencias han sido mucho peores, ya que uno de sus vecinos está desaparecido desde el pasado sábado y se teme lo peor. Sorprende y atemoriza contemplar las imágenes de dos ríos, el Seco y el Martín, que han roto su caudal apacible y normalmente escaso en los meses de verano para rebelarse contra todo y contra todos.

      Sólo he estado en una ocasión en Oliete. Fue en el verano de 2006, a finales de agosto, para visitar a mi amigo Fernando Aínsa, escritor hispano-uruguayo de origen aragonés que ha vuelto a las raíces de sus antepasados y ha recuperado la casa de sus abuelos. Después de visitar a Fernando, nos acercamos al pantano de la Cueva de la Foradada y contemplamos ese río, el río Seco que paradójicamente se convirtió el sábado en un torrente incontrolado. Precisamente ese mismo día comenzaban las fiestas mayores de la localidad y después del pregón una tormenta anegó las calles y removió los barrancos. Ante esa perspectiva, decidimos volver enseguida a Aliaga. Eso sí, durante el viaje por la comarca de las Cuencas Mineras los rayos y los truenos nos llenaron de inquietud.

     Oliete tampoco me trae buenos recuerdos. Un exalumno mío del instituto de Miralbueno quedó atrapado en la sima de San Pedro mientras realizaba una actividad lúdica de espeleología.  Entonces, en la década de los 90, todavía no conocía Oliete. Había oído hablar mucho de ese pueblo porque uno de mis amigos nació allí. Pero lo más curioso es que la última vez que coincidí con Fernando en la presentación de su último libro de ensayos, le pregunté por Oliete, por su casa, por su huerta, por sus frutales y me comentó que últimamente la lluvia era escasa y la sequía avanzaba. Ahora les ha llegado el agua. Pero para mal. Ni los más ancianos del lugar recuerdan una avenida tan vilolenta. Las imágenes de la televisión hablan por sí solas. Es de esperar se encuentre con vida al vecino desaparecido. Sería la mejor noticia de este mes de agosto.

DONDE REPOSA EL SILENCIO

DONDE REPOSA EL SILENCIO

     Desde hace pocos días, Aliaga ofrece a sus vecinos y visitantes un nuevo atractivo turístico. Por fin, el antiguo Molino Alto de esta pintoresca localidad turolense, cuyo edificio data del siglo XII y que conserva utensilios únicos que han sido utilizados por cuatro generaciones de molineros, se ha convertido en un nuevo lugar con encanto.

     Hace casi un año, un incendio con indicios de sabotaje se llevó por delante parte de la maquinaria. Pero esto no ha impedido que el Hotel-Museo siga adelante y acoja a turistas y visitantes tanto en verano como en invierno.

     El hotel mantiene la esencia del antiguo molino, aunque ha sido reformado en su totalidad. Dispone de trece habitaciones ambientadas con elementos que intervienen en el proceso de la molienda. Cuenta, además, con una zona de juegos infantiles, anfiteatro para audiciones de grupos, salón social y un restaurante cafetería.

    Su entorno es mágico. A orillas del Guadalope, que murmura alegre con sus aguas cristalinas; dentro del entorno del Parque Geológico, con formaciones rocosas únicas y excepcionales. Es un lugar onírico, Donde reposa el silencio. Un lema que me recuerda a otro similar de Aliaga hace unas décadas: Donde el silencio habla. Y es la pura verdad. En este enclave arcádico, parece que se detiene el tiempo, algo que hechiza al viajero y seduce al visitante.

    Es de desear que esta iniciativa no permanezca aislada sino que sirva para dar algo más de vida a una comarca castigada por la emigración y a un pueblo venido a menos.

EN VILLAMAYOR

EN VILLAMAYOR

     A unos quince kilómetros de Zaragoza se encuentra el municipio de Villamayor - barrio de la capital hasta hace pocos años -. Hoy nos esperaba el equipo de fútbol local para disputar el primer partido de la segunda vuelta de juveniles. El San José, en el que milita Javier desde hace 9 años, se ha impuesto con autoridad por cuatro goles a uno. Ha sido un partido disputado, entretenido y competido, a pesar de la diferencia en el marcador. Javier llevaba el brazalete de capitán y, desde el principio, ha intentado animar, motivar y dar algún pequeño consejo. Todo el equipo ha brillado a buen nivel, especialmente Alex, portero del San José, que ha realizado tres paradas providenciales. Lástima que el viento y el estado del terreno de juego hayan deslucido el espectáculo.

    Desde el recinto deportivo, se veía la cumbre nevada del Moncayo - esa espalda machadiana - y un poco más cerca, se divisaba la torre mudéjar de este municipio, enhiesta, altiva, contundente. Mientras los jugadores preparaban el encuentro, me ha acercado hasta la base de esta torre y he hecho esta foto desde una perspectiva cercana y desafiante. La calles de la parte antigua todavía guardan un encanto de otros siglos y la amplia plaza aparece desierta en esta mañana no tan desapacible ni invernal como pronosticaban nuestros hombres y mujeres del tiempo.

    Mañana deportiva, recreativa, lúdica e invernal. Mañana dominical algo desapacible, pero con un cielo claro u límpido. Eso sí, la papelera de Montañana continuaba humeando y llegaban hasta este lugar elevado los efluvios tan conocidos y, al parecer, inevitables en la comarca.

    

FIESTAS

FIESTAS

      ¿Qué sería de los pequeños pueblos de nuestra geografía sin la celebración de las fiestas patronales? ¿Qué quedaría de tantos núcleos rurales si desapareciera es fecha que todos los vecinos tienen marcada con rojo en su calendario?

     La celebración de las fiestas anuales en los pueblos turolenses - la mayoría en agosto - supone un motivo de reencuentro para vecinos, amigos, familiares y simpatizantes. Durante tres o cuatro días el pueblo se engalana para recibir a cientos de visitantes que intentan disfrutar de unos días de solaz, de diversión y - ¿por qué no? - de aliento cultural. Porque las fiestas patronales son cada vez más diversificadas y, a pesar de la crisis, intentan mantener un difícil equilibrio entre la tradición y la modernidad, entre lo lúdico y lo cultural, entre el jolgorio desbocado de los jóvenes y el ocio más sosegado de los mayores.

     Las fechas de estas celebraciones suponen, en muchos casos, un antes y un después en el latido vital de los pequeños núcleos rurales. Al ver las plazas y calles llenas de personas de todas las edades con ganas de divertirse, al ver la alegría de los niños, el bullicio de las peñas o las noches de verbena interminables, algunos piensan ya en el día después, en las próximas semanas, en los meses otoñales. Y se preguntan si todo este ambiente es un espejismo que contrasta brutalmente con la realidad cotidiana de los pueblos, con las calles vacías, con las casas cerradas, con los adioses fugaces y llenos de nostalgia. Esa es la realidad. Pero, mientras tanto, habrá que disfrutar de estas celebraciones que mantienen viva la llama de los pueblos aunque sólo sea por unas semanas.

     En el entorno de Aliaga, son muchas las fiestas que se celebran durante las semanas centrales de agosto. Y en todas ellas hay algo peculiar: el Dance de Jorcas, el Reinao de Miravete de La Sierra, las vaquillas de La Cañada de Benatanduz, el toro embolado de Aguilar o las actividades culturales de Campos o de Cirugeda. Todos estos actos suponen una preparación previa a cargo de las comisiones de fiestas y con el respaldo de los ayuntamientos. Si no fuera por el impulso de las jóvenes generaciones, las fiestas irían languideciendo, pero todavía se mantienen vivas, en muchos casos a contracorriente.

(Fotografía: Anuncio de las fiestas de La Cañada)

LUCES Y SOMBRAS EN ALIAGA

LUCES Y SOMBRAS EN ALIAGA

      Después de un fin de semana intenso en Aliaga, después de disfrutar de las cada vez más concurridas fiestas de San Juan, patrono de la parroquia de Aliaga; después de asistir a la inauguración del "porchegao" de la iglesia con la asistencia de las autoridades civiles y religiosas; en la madrugada del domingo surgió la alarma entre los vecinos y se confirmó lo peor: el antiguo molino harinero de Aliaga - que se remonta a 1920 - ha quedado casi destruido por un incendio del que, de momento, se desconocen las causas. Las investigaciones siguen su curso. Es de esperar que no sea intencionado. En ese caso, se encenderían todas las alarmas.

     Este molino estaba siendo rehabilitado para convertirlo en museo, en hostal y en restaurante. El presupuesto rondaba los dos millones de euros y estaba subvencionado por el Plan Miner. De momento, mientras se evalúan los daños, parece que lo más afectado es la maquinaria de madera y todos los elementos que iban a formar parte de este original museo. El hostal y el restaurante han quedado menos afectados y es de desear que el proyecto siga adelante. Eso sí, sin los retazos de historia artesanal que se podrían haber contemplado en su ubicación original.

     Las luces son muchas, el optimismo, también. Pero es una pena que esa sombra oscurezca la alegría que los vecinos compartieron durante tres días en los que la colocación del mayo, los toros embolados, las vaquillas, las verbenas, la enramada y la comida familiar volvieron a convocar a los que apreciamos este pueblo y lo llevamos muy adentro. Es una pena que Aliaga sólo aparezca en la prensa cuando las noticias son tristes, como ya ocurrió en el trágico incendio del verano de 2009.

 

POR LA RIBERA DEL GÁLLEGO

POR LA RIBERA DEL GÁLLEGO

     Este año el sorteo ha querido que casi la mitad de los partidos que el equipo juvenil B de la Unión Deportiva San José de Zaragoza se celebren en la ribera de este río que nace en las inmediaciones del Portalet y, después de recorrer casi 200 kilómetros, desemboca tímidamente poco más abajo de la capital aragonesa.

    Ayer tarde, mientras los Javier y sus compañeros de equipo preparaban el interesante encuentro en un terreno de juego inmejorable, recorrí la calle del Río de este barrio rural zaragozano y contemplé a lo lejos la torre de la iglesia del siglo XIV y el edificio semiabandonado de una importante fábrica de ladrillos. En esa tarde invernal del sábado, el silencio envolvía las pocas casas antiguas que bordean la carretera y los nuevos chalets que, al parecer, son una segunda vivienda para algunos zaragozanos. En una de las fachadas de estas casas me llamó la atención que, en lugar de los importados y comerciales papásnoeles, estaban los tres reyes magos ascendiendo hacia una de las ventanas, como podemos contemplar en la fotografía adjunta.

     Durante el paseo de vuelta, me acerqué a la orilla del Gállego, que se deslizaba cansado, mermado de fuerzas, después de ese largo recorrido desde los Pirineos. A lo lejos, San Mateo; un poco más cerca la torre de Peñaflor y de la cartuja del Aula Dei; hacia el sur, Montañana, con la imagen omnipresente de la papelera humeante y contaminante; y después Santa Isabel. Rivales deportivos que nos brindan la ocasión de conocer estos pueblos o barrios rurales. Estampa invernal en las orillas de un río que invitan a la reflexión y a la contemplación silenciosa.

     El partido está a punto de comenzar y no me quiero perder un encuentro mucho más atractivo que algunos de nuestro querido Real Zaragoza, con un pie en segunda división debido a una política de fichajes aberrante y a un desmantelamiento de un club venido a menos. ¡Qué lástima! ¿Hasta cuándo seguirá Agapito Iglesias el frente de esta nave a la deriva? Sería conveniente reflexionara y dejara al club en mejores manos. Aunque haya que comenzar desde cero. El final del encuentro nos deja un buen sabor de boca. Ha sido una tarde invernal por la ribera del Gállego. En enero volveremos a Montañana.

DÍAS INVERNALES EN ALIAGA

DÍAS INVERNALES EN ALIAGA

    Aliaga siempre reserva una sorpresa paisajística a sus vecinos y visitantes. En estos días preinvernales, este valle del alto Guadalope exhibe sin pudores el color grisáceo de sus montañas milenarias, el color amarronado de sus chopos desnudos, el color azul de un cielo transparente, diáfano, sin fisuras.

    El clima invernal invita a cobijarse durante el crepúsculo al lado de la estufa o junto al hogar de leña crepitante. Y esas horas se dilatan en este valle que invita cada día al silencio, a la soledad sosegada o a la tertulia improvisada.

    Además, es bueno y saludable, dejar de lado durante 48 horas el envolvente mundo virtual de internet, los mensajes o llamadas del móvil e, incluso, la rutina televisiva de todas las semanas. Aislado, con un buen libro entre las manos, uno puede evocar el pasado, disfrutar del presente o afrontar un futuro preñado de incertidumbre.

     Y cuando despunta el día, se agradece ese rayo de sol matinal que se despereza desde el horizonte de las colinas y reblandece lentamente el hielo de la madrugada. Una luz cegadora que alegra la vida de este valle y compite con las madejas grises del humo de las chimeneas o la bruma matinal efímera y huidiza.

      Han sido sólo dos días. Lo suficiente para reconciliarnos de nuevo con la naturaleza invernal, con el caudal cristalino del río, con la sonrisa del amanecer, con las huellas grisáceas de un crepúsculo interminable, con un ritmo vital pausado, sin los agobios cotidianos de la gran ciudad, sin la agenda alborotada, sin el vaívén de las cotizaciones, sin el hechizo prenavideño de los centros comerciales. Un paréntesis de sensaciones contrastadas, de renacer de la vida al filo del invierno.

JORCAS RECUERDA A LABORDETA

JORCAS RECUERDA A LABORDETA

     El sábado, 20 de agosto, este pequeño pueblo de la sierra de Teruel quiso rendir un homenaje al cantautor aragonés José Antonio Labordeta, once meses después de su fallecimiento. Bajo la batuta de Lucía Pérez y con la presencia de más de 500 personas del pueblo y de toda la comarca, se rindió un merecido homenaje a quien durante 25 años acudió cada 15 de agosto a este enclave turolense que inspiró alguna de sus primeras canciones (Las arcillas, Los masoveros, Los leñeros,...)

     Desde primeras horas de la mañana, las letras de sus canciones y poemas adornaban las fachadas de la calle mayor de la localidad. Jóvenes, mayores y niños leyeron por la tarde algunos poemas en el mismo escenario en el que "el abuelo" cantó con una guitarra y apoyado en una silla sus primeras canciones. Algunos recordaban este primer recital y recordaron también a su amigo Luis Ariño, que se fue prematuramente. En el acto se pudo ver a Luis Granell Pérez, gran amigo del cantautor y uno de los impulsores de Andalán. Había muchas caras conocidas, como la de Clemente Alonso Crespo, amigo de José Antonio y estudioso de su hemano Miguel. Todo rezumaba emoción, sensibilidad, cariño, en esa calurosa tarde de la sierra callada.

     Lucía Pérez estaba satisfecha de la colaboración de los jorquinos y explicó que era una forma de agradecer a Labordeta su fidelidad a Jorcas. A las 8 de la tarde, desde lo alto del castillo, José Manuel Ros interpretó con la dulzaina la Albada. La velada continuó con la lectura de mensajes, poemas y anécdotas relacionadas con José Antonio. Luego se proyectó un audiovisual sobre los distintos recitales de Labordeta en Jorcas y culminó el acto con el emblemático "Canto a la Libertad", que hizo brotar las lágrimas a algunos de los presentes.

     Labordeta quedará para siempre en el recuerdo de los habitantes de este pueblo. En mayo de 2010 se plantó un árbol en su nombre en lo alto del castillo. Pero, eso sí, las canciones y poemas de Labordeta seguirán resonando por las calles solitarias y por las veredas agrestes de esta zona de Teruel durante muchos años, desafiando el frío y la dureza de los inviernos.  

EN BICICLETA POR TERUEL

EN BICICLETA POR TERUEL

     Una de mis actividades preferidas durante estos días de agosto en Aliaga es subirme a la bicicleta de montaña por la mañana y recorrer los pueblos más cercanos. Casi todas las rutas son exigentes, dadas las condiciones del terreno. Vayas por donde vayas, hay que subir empinadas pendientes y sortear pequeñas lomas. Quizás una de las más llevaderas - en cuanto a pendientes y puertos de montaña se refiere - fue la que realicé ayer. Fueron más de cuatro horas montado en el sillín, pero valió la pena.

    Esta ruta no la había recorrido nunca en bicicleta. Y lo más curioso es que, sobre la marcha, tuve que cambiar de opinión. Además, una parte del trayecto transcurre por un camino rural asfaltado, que enlaza Mezquita con el cruce que conduce o a Son del Puerto o a Rillo, Pancrudo y Cervera del Rincón. Mi idea era acercarme hasta Cervera, pero poco antes de llegar a Rillo cambié de opinión. De vez en cuando hay que mirar el reloj, controlar el cansancio y pensar en el regreso. Y eso motivó un cambio de ruta radical. Una vez en Rillo, pequeño pueblo acogedor y pintoresco, me encaminé por la carretera que conduce a Perales de Alfambra y, a pocos kilómetros, giré a la izquierda para acercarme a Fuentes Calientes. A la entrada de este bonito pueblo, realicé la fotografía que contemplas, recordé mi única estancia hace ya bastantes años y fui pensando en los pueblos aragoneses que comienzan por Fuentes - Fuentes de Ebro, Fuentes Claras, Fuentes de Rubielos e incluso Fonfría -. Después de un tentempié, crucé por el centro del pueblo, que prepara sus fiestas patronales para el 24 de agosto, día de San Bartolomé. Me habría gustado visitar su iglesia renacentista, el silo ibérico y el Centro de Interpretación de los Molinos de Agua, pero el tiempo apremiaba, el sol comenzaba a calentar y aún me quedaba una dura pendiente hasta llegar a la carretera general que une Teruel con Alcañiz. Un tramo amplio, sinuoso, pero con demasiado tráfico para circular por el arcén. Menos mal que, tras el rápido descenso del puerto del Espinazo, dejé atrás Mezquita de Jarque y volví a mi tramo preferido, por la ribera del río de la Val, por esa ruta, cercana, familiar, cada día más apreciada.

     Llegué al filo del mediodía a Aliaga, con el cansancio en las piernas. Pero con la alegría de haber recorrido una ruta nueva, de haber observado el paisaje veraniego de este rincón de la provincia de Teruel, de haber disfrutado de un pedaleo constante, suave, exigente y gratificante. El viernes volveré a montar en la bicicleta. La ruta será muy distinta y tal vez más corta. Pero más dura y atractiva. Me espera Cirugeda, un pueblo que ya pertenece al ayuntamiento de Aliaga y que posee un entorno paisajístico envidiable, al sur de la sierra de San Just.

TORMÓN, UN PARAÍSO EN TERUEL

TORMÓN, UN PARAÍSO EN TERUEL

        La semana pasada me desplacé desde Teruel hasta Tormón a visitar a unos amigos. No conocía esta zona del suroeste  turolense, que se reparte entre dos comarcas: la Comunidad de Teruel y la Sierra de Albarracín. La carretera atraviesa San Blas, deja atrás el cruce de Toril y el de Rubiales y se sumerge en un mar de verdor presidido por los pinares de Rodeno y por esas eminencias pedregosas ocres que dotan al paisaje de un no sé qué de originalidad y pintoresquismo.

      La carretera dibuja perfiles grisáceos y zigzaguea de continuo. Es una ruta para el viajero apacible, para el visitante que es capaz de saborear el silencio de los bosques, la soledad de los valles, la belleza de un horizonte caprichoso y seductor.  Después de casi cuarenta kilómetros de ruta, desde una eminencia privilegiada, aparece Tormón, este pequeño pueblo de la provincia de Teruel surcado por el río Ebrón – émulo humilde del padre Ebro –, entre las sierras de Javalón y Peñarredonda, y presidido por una piedra enhiesta, el tormo que dio origen al nombre actual del pueblo.

      Recorrer las calles de Tormón, subir hasta la ermita de San Cristóbal, adentrarse en la umbría de las recoletas huertas, acercarse a la cascada del río Ebrón y saborear el silencio jugoso de sus calles empinadas tiene un encanto especial. Eso sin olvidar el talante hospitalario de sus vecinos, el empeño en fomentar el atractivo turístico de esta joya paisajística y las iniciativas que van surgiendo y que poco a poco se van llevando a la práctica como la reciente restauración del antiguo horno, transformado en pequeño centro cultural.

       La visita a Tormón me dejó un buen sabor de boca. Espero regresar pronto para conocer mejor su entorno. De momento, os dejo una fotografía del  pueblo desde la ermita de San Cristóbal y os invito a acercaros a visitarlo cualquier fin de semana.

     Quiero acabar con unas palabras del poeta Luis Cernuda refiriéndose a este bello rincón:  “El pueblo es verdaderamente bonito, con sus casas de piedra en pendiente, sus tejados bien conservados. Es un pueblo sobrio y montañés, un pueblo serrano y de acceso dificultoso”.

 

EL ENCANTO DE ALCARAZ

EL ENCANTO DE ALCARAZ

     Volver a Alcaraz dos décadas después me provoca sentimientos encontrados. Regresar a este pueblo de la sierra albaceteña en el que residí durante dos años como profesor de secundaria despierta en mí sensaciones agridulces y un poso de nostalgia difícil de evitar.

      A medida que me voy acercando a la sierra por la carretera de Jaén, las curvas se multiplican, el paisaje se enriquece de matices cromáticos y los pueblos y pedanías apacecen casi de forma mágica después de un recodo o en la ladera de una colina: El Jardín, Los Chospes, El Cubillo, Robledo, El Horcajo y, a lo lejos, el arco semiderruido de la ciudad de Alcaraz, que airea en el horizonte su silueta inconfundible y su color ocre, herencia medieval y renacentista de este pueblo tan rico en historia como en arte.

      Porque Alcaraz no es sólo arte e historia. Alcaraz es remanso de paz. Alcaraz es lugar de acogida. Alcaraz es oasis natural. Alcaraz es trampolín para la ensoñación y el recuerdo. Al anochecer, nos acercamos con mi amigo Pepe hasta la monumental Plaza Mayor recorriendo con parsimonia esa calle empedrada y silenciosa en la que cada casa conserva un recuerdo, una vivencia, un latido vital. Ya en la plaza, contemplamos las torres del Tardón y de la Trinidad, como dos hermanas gemelas, nos detenemos en la puerta de la Aduana, del arquitecto local Andrés de Vandelvira y experimentamos una sensación de paz y sosiego, como si el tiempo se hubiera detenido.

      Dejamos para la mañana la visita al santuario de la Virgen de Cortes, patrona de la comarca, el recorrido matinal por el paraje de los Batanes, con sus impresionantes cascadas, sus estalagtitas, sus canteras de piedra rojiza, sus olores y colores, su silencio natural. No nos olvidamos de visitar el nuevo instituto de Secundaria con el nombre de Pedro Simón Abril, humanista y pedagogo local. Y conocemos la recién restaurada Casa de la Vicaría, que será biblioteca local, centro cultural y hogar de jubilados. Precisamente residí en la calle de la Vicaría durante esos años cada vez más lejanos.

      Abandono Alcaraz al atardecer y, mientras desciendo la cuesta que da acceso al pueblo, recuerdo las vivencias de esos meses, las rutas en bicicleta a Vianos, al Ballestero, al Salobre; las tertulias en la plaza; las comidas en el hostal Alfonso;los aperitivos en la Cueva del Pernales; los cafés en la confitería; las partidas de billar en casa de Diego...Dejo atrás dos días de vivencias, de recuerdos. No sé cuándo volveré. Pero espero no demorar tanto mi visita a este lugar querido y añorado.

PUEBLOS DORMIDOS

PUEBLOS DORMIDOS

    Siempre me ha gustado viajar por carreteras secundarias, al margen de los caminos más trillados, siguiendo la sabia estela de los viajeros románticos. Siempre han despertado mi curiosidad esos pequeños núcleos rurales situados en una pequeña eminencia al borde del camino, a la orilla de un riachuelo, semiocultos tras una colina o un humilde cerro. Siempre me han cautivado esos paisajes azorinianos, esos senderos machadianos, esas rutas románticas recoletas y sorprendentes.

     En mi viaje navideño hacia Levante, me detuve en un pequeño pueblo muy pintoresco, situado a sólo trece kilómetros de Teruel. A pesar que desde mi infancia su nombre resonaba en mis oídos, nunca había tomado ese desvío de un kilómetro escaso para acercarme a Cuevas Labradas, a la orilla del río Alfambra.

     Y me sorprendió gratamente en una mañana soleada de invierno, el silencio de sus calles, la soledad de sus casas, el humear de algunas chimeneas, la enhiesta torre de la iglesia de San Juan Evangelista, su plaza recoleta y, sobre todo, ese olmo milenario que, como el famoso olmo de Antono Machado en Soria, es un testigo mudo del paso inexorable del tiempo, del éxodo de sus habitantes en la segunda mitad del siglo XX, de la inclemencia de un clima invernal duro e implacable.

     En la provincia de Teruel hay muchos pueblos dormidos, muchos núcleos rurales que soportan año tras año el lento discurrir de los días invernales, el poso blanquecino de las rosadas, el brillo claroscuro de los hielos, el fantasma de la soledad y el abandono. Todos ellos intentan renacer de sus cenizas y, como Cuevas Labradas, cuidan cada vez más su entorno, atraen el turismo rural y potencian al máximo sus señas de identidad.

MONTALBÁN, LUGAR DE ENCUENTRO

MONTALBÁN, LUGAR DE ENCUENTRO

     Siempre hay un motivo para viajar a Montalbán, esta villa turolense situada a orillas del río Martín, que comparte con Utrillas la capitalidad de la comarca de las Cuencas Mineras. Hoy se clausura un fin de semana intenso, unos días marcados por el ruido de los motores, la presencia variopinta de visitantes y las tiendas de campaña esparcidas por el verde césped del campo de fútbol.

     Porque desde hace ya diecisiete años, Montalbán celebra una concentración motera que, según nos decían ayer los organizadores - Motoclub Despiste - cada año va a más. No sólo por la cantidad de participantes sino por la mejora en la organización, en la acogida y en los servicios.

     Ayer, sábado, hacia las ocho de la tarde, cientos de motoristas se concentraron en la zona de acampada y recorrieron las calles más emblemáticas de este pueblo, que ofrece al visitante rincones pintorescos, entre los que destaca su iglesia-fortaleza, que se eleva hacia el cielo y se puede contemplar desde cualquier rincón de la villa.

     Este encuentro se convierte cada año en un reencuentro. La mayoría de los moteros repiten la experiencia. Muchos se desplazan en grupo y hacen un alto en el camino para conocer esta zona de Teruel. En el recorrido por las calles se pueden contemplar motocicletas de todo tipo. Hay premios para lo exótico, lo original, lo creativo, lo antiguo, lo audaz,... Un fin de seman completo para los amantes de las dos ruedas y para los que aprovechan para volver a ver a sus amigos o visitar una zona que, entre otros atractivos, tiene un importante Parque Cultural.