¿ALIMENTACIÓN SANA Y NATURAL?
Uno cada vez se convence más de que lo que ingiere cada día es más artificial y está más contaminado. Tal vez el reciente caso del aceite de girasol podría ser la punta del iceberg de muchas situaciones parecidas. Sí que es verdad que en los últimos años han mejorado los controles de sanidad, ha mejorado el etiquetado de los alimentos perecederos y aparece prácticamente en todos los productos la fecha orientativa de caducidad. De todos modos, me cuesta cada vez más creer que la pescadilla fresca que voy a cenarr esta noche está totalmente sana, que los filetes de pechuga de pollo que cocinaré mañana no tienen ningún producto hormonal o que la leche que beberé para desayunar ha pasado rigurosamente todos los controles.
Un amigo mío afirma con frecuencia que si supiéramos cómo se elabora, cómo se manipula o de dónde procede lo que ingerimos cada día, seguramente devolveríamos más de la mitad de esos alimentos. Porque uno se pregunta: ¿queda algo totalmente natural en los alimentos y en las bebidas que consumimos? Ni siquiera la lechuga fresca se libra de esas aguas contaminadas que han entrado por sus raíces. Ni la naranja o la fresa esplendorosas se libran de la cantidad de abonos y sulfatos que se filtran en el agua que les sirve de savia alimenticia.
Hace unas décadas fue la colza; hace unos años, la carne de ternera; hoy, el girasol. ¿Cuándo sonará la próxima alarma? Tal vez le toque a algún tipo de pescado. Porque, tal como están nuestros mares, - vertederos universales - cualquier cosa puede ocurrir. Esta noche cenaré pescado fresco. Aunque normalmente me alimento del congelado. Dicen que es más seguro - además de económico -. Eso sí, no es tan sabroso. Pero, si nos detenemos a pensar un poco, los alimentos naturales - fruta, verduras, carne,... - cada vez tienen menos sabor. Sólo nos queda un consuelo: al menos, alimentan.
0 comentarios