EDUCACIÓN CÍVICA
¿Qué sucede con la educación cívica de nuestros niños y jóvenes? ¿Cuál es la receta mágica para inculcarles los principios más elementales para vivir en sociedad? ¿Les sirve de algo la permanencia durante, al menos, doce años en los centros educativos? ¿Hacen caso omiso del ejemplo de los padres o tutores?
Son preguntas que se agolpan en mi mente cuando contemplo cualquier zona de la ciudad una mañana dominical y compruebo los destrozos del mobiliario urbano, los restos del botellón en las aceras o calzadas, los grafitis por doquier y las huellas evidentes de una larga noche de ocio.
Los responsables políticos municipales van a intentar sancionar con más dureza a aquellos que se orinen, escupan, realicen grafitis o maltraten el mobiliario urbano. Habrá que comprobar la eficacia de estas medidas. ¿Será suficiente la sanción económica?
Lo que está claro es que, mientras no adquieran desde pequeños unos hábitos elementales de comportamiento social, difícilmente lo van a lograr a base de prohibiciones, amenazas o vigiliancia. Algo habrá que hacer, desde luego, pero la sanción debería ser el último recurso. Tal vez convendría imponer paralelamente a la multa unos trabajos de ayuda a la comunidad. Quizás así se darían cuenta del valor de lo que es de todos y serían más cuidadosos a la hora de romper o destrozar. De todos modos, el problema, hoy por hoy, tiene difícil solución.
2 comentarios
Miguel Garcia Mejia -
Javier López Clemente -
Salu2 Córneos.