UN POETA DEL PUEBLO
Hace casi cien años nació en Orihuela uno de los poetas más representativos de la literatura española de la primera mitad del siglo XX. Miguel Hernández (1910-1942), considerado por algunos críticos miembro de la llamada "Generación del 36" y, por otros, "genial epígono de la Generación del 27, ocupa un lugar relevante en las letras españolas y tuvo mucho que ver en la renovación poética de los años treinta del siglo pasado.
No voy a repasar la vida de uno de mis poetas preferidos. Pero quiero rendir un sencillo homenaje a este cantor del pueblo, poeta de la tierra, autodidacta, apasionado y enamorado de la libertad. He rescatado de mi estantería una edición de Cátedra a cargo de Juan Cano Ballesta. Tiene la fecha de 1981 y lo adquirí durante mis estudios universitarios en Barcelona. El título es elocuente: El hombre y su poesía. En esta antología se recogen los principales poemas del poeta alicantino, incluso "El hombre acecha", que se salvó milagrosamente de la depuración de la censura franquista.
Son muchos los homenajes que se van a rendir durante este año a este poeta del amor y de la libertad. Quiero expresar mi reconocimiento y admiración por su poesía escribiendo algunas estrofas de sus composiciones más conocidas. Son el fruto de mi relectura de los versos de un poeta injustamente tratado en vida y poco reconocido hasta fechas recientes.
Me llamo barro aunque Miguel me llame.
Barro es mi profesión y mi destino
que mancha con su lengua cuanto lame.
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Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.
(De El rayo que no cesa. 1934-35)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
(De Elegía a Ramón Sijé)
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
(De Viento del pueblo. 1936-37)
Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
(De El hombre acecha. 1938-39)
TRISTES GUERRAS
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
(De Cancionero y romancero de ausencias. 1939-41)
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Ana Calvo -
filo -