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josemarco

AMNESIA

AMNESIA

     ¿Vivimos en un país amnésico? ¿Ha explotado de lleno la tan cacareada burbuja inmobiliaria? ¿Hemos olvidado de un plumazo nuestro pasado? ¿No fuimos capaces de avistar a tiempo la punta del iceberg? ¿Podrémos salir a flote de este naufragio político, social y económico? ¿Es necesaria una rebelión cívica? ¿Vale la pena una dosis cotidiana de indignación ciudadana?

     Estas y otras muchas preguntas se plantea - y nos propone - el escritor Antonio Muñoz Molina en su útimo ensayo Todo lo que era sólido. El novelista de Úbeda, autor de obras inolvidables como El invierno en Lisboa o El jinete polaco, vuelve al ensayo como a su territorio natural para compartir con los lectores una serie de reflexiones sobre la crisis y sus lamentables consecuencias. El autor se ha documentado minuciosamente para sopesar las causas de la problemática actual de nuestro país. Partiendo de documentos periodísticos y de la tradición literaria, nos invita a un debate imprescindible con unas palabras directas, apasionadas al más puro estilo de los ensayos de George Orwell o Virginia Wolf.

     Con un ritmo ágil, con un estilo personal e inconfundible, el autor de Ardor guerrero nos dibuja los perfiles de una España gris, cabizbaja, aplastada bajo la oscura losa de la crisis. Muñoz Molina se remonta a los primeros años de la democracia para analizar los porqués de la actual situación. Y nos deja al final una sensación agridulce, con ningún atisbo de autocomplacencia o de inquietudes positivas. Afirma en las primeras páginas que hay cosas inaplazables y reclama un debate necesario e imprescindible sobre la actual situación.

     Transcribo las primeras líneas del ensayo, como aperitivo para los que deseen compartir estas clarividentes reflexiones: "Qué lejos se nos queda ya el pasado de hace sólo unos años... Era cuando creíamos vivir en un país próspero y en un mundo estable imaginábamos que el futuro se parecería al presente y las cosas seguirían mejorando de forma gradual, o si acaso progresarían algo más despacio...Pero necesitábamos imaginar que las cosas eran sólidas y podían ser tocadas y abarcadas sin desaparecer entre las manos, y que pisábamos la tierra firme y no una superficie más delgada que una lámina de hielo, que el suelo no iba a desaparecer debajo de nuestros pies".

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