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josemarco

LA VAQUILLA

LA VAQUILLA

     Teruel siempre ha sido una ciudad tranquila, famosa por sus jamones, por su gente hospitalaria, por los Amantes y - ¡cómo no! - por las fiestas de la Vaquilla.

      Hace unas dos horas ha sonado el tradicional campanico y el alcalde ha dado el pistoletazo de salida a tres días intensos de fiestas en la calle, de eventos taurinos, de conciertos y de explosión de alegría en los locales de las 19 peñas de la ciudad. A las cuatro y media dos jóvenes peñistas han puesto el pañuelo rojo al torico como símbolo de la fiesta, de la alegría y de lo que se suele llamar "buen rollo". A partir de ese momento, la tercera capital de provincia de Aragón, que duplica estos días su ploblación, se transformará en un hervidero de gente que sólo los más valientes podrán aguantar.

      Mi primer viaje, a los cuatro años, fue a Teruel. Desde Aliaga, el correo - así lo llamábamos entonces - tardaba más de dos horas para recorrer unos setenta kilómetros. Eso sí, paraba en todos los pueblos y transitaba por carreteras tercermundistas. Ahora se llega en poco más de 45 minutos. Los viajes a la capital son habituales y son muchos los habitantes de los pueblos que se desplazan a la capital para comprar, visitar algún museo o pasar unas horas. Porque la ciudad de los Amantes se ha transformado mucho en los últimos años. Así, el Parque Temático Dinópolis atrae cada año a la ciudad a miles de visitantes. Lo mismo ocurre con las bodas de Diego e Isabel a mediados de febrero, o con la Feria del Jamón en septiembre. También hay que valorar el impulso cultural de la ciudad gracias a la flamante ciudad universitaria, en la que se imparten entre otros los grados de Magisterio, Filología, Bellas Artes o Psicología. Todo esto es muy positivo para una ciudad cuya asignatura pendiente siguen siendo las comunicaciones por ferrocarril y por carretera, especialmente con la capital de España.

      Aunque resido en Zaragoza, siempre he sido un enamorado de Teruel. Acudo cuanto puedo y disfruto paseando por sus empinadas calles o tomando un refresco en algunas de sus acogedoras terrazas. El verano es un regalo para esta pequeña ciudad, tan castigada por el frío invernal. Son muchos los valencianos, catalanes o madrileños que eligen sus hoteles para pasar unos días tranquilos y alejados de la canícula estival. Eso sí, prefieren hacerlo después del lunes de la vaquilla, cuando la ciudad vuelve a la normalidad tras unos días de intensa celebración y de alegría en las calles. Porque Teruel es historia, es cultura, es arte y es un lugar en el que vale la pena perderse de vez en cuando.


1 comentario

MUCHA -

tengo gran admirqcion por los blos españoles Las fotos y el amor a su tierra que solo ustedes tienen
felicitaciones