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josemarco

ECOS DEL VERANO

ECOS DEL VERANO

    Cuando llega septiembre, uno recapitula e intenta ver el verano en perspectiva como desde un espejo retrovisor. Han sido dos meses intensos, de viajes, de vivencias, de reencuentros, de pausas necesarias, de reflexión, de esbozos de proyectos, de cargar de nuevo las pilas. Han sido dos meses de caminatas, de travesías, de rutas en bicicleta, de ascensión a las atalayas de la sierra, de suaves amaneceres, de dulces crepúsculos, de noches cuajadas de estrellas. Durante estos días estivales también he encontrado tiempo para los concursos de guiñote, para las tardes de vaquillas, para las noches sin horario. He recorrido casi todos los pueblos cercanos a Aliaga: Allepuz, con su excelente acogida; Valdelinares, el pueblo más alto de España, con una inusual granizada; Linares, encantador y pintoresco, con su pino del Escobón y sus casas señoriales; Villarroya de los Pinares, con su tarde de capea inolvidable; Miravete de la Sierra, con su perfil inigualable y su animación en agosto; Aguilar, con su cortejo de chopos cabeceros a la orilla del río Alfambra; Camarillas, con su suntuosa iglesia que reclama una urgente reconstrucción; Jorcas, siempre acogedora a mediados de agosto, con los recuerdos de las tardes con el llorado José Antonio Labordeta; Campos, cada vez más cuidado por sus vecinos; Cervera del Rincón, tan familiar en verano y casi sin vecinos en el crudo invierno; Hinojosa de Jarque, cortejada con originales esculturas y siempre hospitalaria.

    Ahora, desde Zaragoza, cuando septiembre nos indica una nueva andadura llena de incertidumbre, agito mi ramillete de recuerdos y miro al horizonte más cercano. Porque queda lo mejor: las fiestas anuales de Aliaga en honor de la Virgen de la Zarza, a partir de este viernes. Un fin de semana que promete. Un broche de oro para este ajetreado verano en la sierra turolense.

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