EL TREN DE LA MUERTE
Regresé ayer de Valencia y, en torno a las ocho de la mañana, la ciudad respiraba ilusión y las calles estaban engalanadas para preparar lo mejor posible la visita del Papa, que llegará el próximo sábado. Pero nadie iba a imaginar que, cinco horas después, un tren de cercanías, que se transforma en metro cuando atraviesa la ciudad, llevaría la muerte a más de cuarenta personas y la desolación a decenas de familias. Semana trágica y agridulce para los valencianos y para los españoles.
Conozco muy bien este tren, y he hecho este mismo recorrido desde la Plaza de España hasta Massalavés a esa hora del mediodía, cuando regresaba de mi estancia en la Biblioteca General de la Universidad de Valencia después de consultar algunos datos para mi tesis doctoral. Regresaba ilusionado, con ganas de llegar, soportando el calor (algunos vagones no disponían de aire acondicionado) y los bandazos de algunas unidades. Es una línea antigua, algo descuidada, aunque muy útil para desplazarse a las localidades cercanas, especialmente a Torrent, de donde eran la mayoría de los fallecidos.
El tren de la ilusión, el tren del regreso a casa, el tren de la esperanza se transformó en unos segundos en el tren de la tragedia y de la muerte. ¿Fatalidad? ¿Negligencia? ¿Descuido? Los hechos se podrán aclarar tarde o temprano, pero esas vidas ya no volverán a soñar.
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MARIA ROBERTA DE LOS ANGELES -