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josemarco

VIAJE HACIA LA MEMORIA

VIAJE HACIA LA MEMORIA

            Volver a Aliaga es regresar a un pasado cada vez más lejano y difuminado por el tiempo. Volver a Aliaga es alimentar los recuerdos y ahuyentar los olvidos. Volver a Aliaga es intentar recorrer el camino de los primeros años de mi infancia; es caminar en silencio por sus calles empinadas, ahora invadidas por el cemento; es pasear pausadamente por el cascajar y acercarme a las orillas del Guadalope, que me regala su suave murmullo estival y me convida a compartir la sombra permanente de sus chopos centenarios; es trepar hacia la altiva cumbre del castillo y contemplar el valle en el que está asentada la villa: hileras de casas arracimadas y orientadas hacia el sur, nuevas edificaciones en los aledaños del campo de fútbol, algunas huertas cultivadas, otros espacios yermos, desolados, abandonados, rebosantes de verdor en este verano de tormentas.

            Todo viaje tiene un triple valor: bucear hacia el pasado, recrear el presente y anticipar el futuro. ¿Cuál fue el pasado de este valle azotado por un clima inclemente y escaso en tierras de cultivo? ¿Cuál es el presente de este pueblo, venido a menos demográficamente y castigado por el éxodo incesante de sus vecinos? ¿Qué le deparará el futuro a este núcleo de población cada vez mejor comunicado pero con una pirámide de edad invertida?

            Momentos de reflexión, tiempo de silencio en esta mañana estival. Los años se deslizan presurosos como este río que lucha día a día por sobrevivir. Tiempo para el reposo, tiempo para la calma y tiempo para hablar con los vecinos que permanecen aquí todo el año, a pesar del rigor de los inviernos, a pesar de la tristeza otoñal del paisaje, a pesar de la ausencia de tantos seres queridos.

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