MEMORIA DE UN ABANDONO
Se ha presentado esta tarde en la sala FNAC de Zaragoza un libro dedicado a ese laberinto de callejuelas céntricas, denominado popularmente "el tubo". El catedrático y director de Heraldo de Aragón Guillermo Fatás ha ejercido de maestro de ceremonias de un acto en el que los protgagonistas han sido el fotógrafo Miguel Lizana y el escritor Antonio Tausiet. La obra reúne fotografías de esta zona de ocio zaragozana, realizadas desde el año 2000 hasta el 2004. Su título - El tubo. Memoria de un abandono - nos sugiere a los que hemos conocido esas calles en su apogeo durante los años sesenta y setenta del siglo XX, un grito de nostalgia, de solapada tristeza y de fatal huida hacia adelante.
La estructura del libro es coherente e intenta abarcar lo que queda de vida en cada uno de los rincones y lo que las mudas paredes y los desiertos solares claman con su desolación. La primera parte nos presenta personajes reales. Son los retratos de una generación que recuerda y evoca. La segunda, se acerca a los lugares que han sido durante más de medio siglo testigos de una ciudad bulliciosa y provinciana. La tercera, se aproxima al mundo de los sueños y de la imaginación: son visiones aderezadas de realismo y surcadas de un tono casi elegíaco. Estos tres versos de Tausiet pueden sintetizar el poso casi esperpéntico de melancolía:
Ermita de parálisis mugrienta,
grasa de construcción agazapada,
espejo de desastres, carcajada.
Voy a añadir, además, como homenaje a esta zona que ha cambiado en muy pocos años de fisonomía unas palabras del profesor don Antonio Beltrán, que anticipaba ya su decadencia:
Poca vida le queda al “Tubo”, a causa de una reforma que alterará la fachada del frente de la Avenida y la plaza de España, y que ya estuvo amenazada por la prolongación del paseo de la Independencia. Centro de un tipismo conocido universalmente como característico de Zaragoza, de bares y restaurantes, vendedores de lotería, limpiabotas, tiendas de discos o de recuerdos, del viejo cabaret “El Plata”, Casa Lac, restaurante y pastelería que puede presumir con la Posada de las Almas, de la calle de San Pablo, de ser el más viejo negocio, instalado por Constantino Lac en 1825, o de la Sociedad Protectora de Artistas Aragoneses, antecesora de la Agrupación Artística Aragonesa.
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