EL MONCAYO: UN ESPACIO PARA LA ENSOÑACIÓN
La semana pasada reabrieron por fin la Biblioteca de Aragón de la calle Doctor Cerrada. Para los que frecuentamos este centro cultural ha sido un largo paréntesis de más de seis meses sin poder acercarnos a bucear en sus tesoros bibliográficos, videográficos y musicales. Aunque las nuevas estanterías aparecían todavía un poco vacías, encontré un pequeño libro sobre Gustavo Adolfo Bécquer y el Moncayo, que me ha acompañado durante este fin de semana, mientras preparaba mi ansiada ascensión a la mágica cumbre. Es una obra en pequeño formato, de la colección Larumbe chicos, que lleva por título Leyendas aragonesas. El gnomo. La corza blanca. Son dos de las leyendas que escribió el poeta sevillano durante su estancia en el monasterio de Veruela con su hermano Valeriano desde diciembre de 1863 a octubre de 1864. Las ilustraciones son del zaragozano David Vela y la introducción, edición y glosario de Jesús Rubio Jiménez, catedrático de la Universidad de Zaragoza.
Es precisamente esta introducción la que más me ha llamado la atención. Jesús Rubio es uno de los más prestigiosos estudiosos del mundo becqueriano y gran conocedor de la zona del Moncayo, tanto la que de la provincia de Zaragoza como la soriana. Al inicio de estas páginas nos habla de la importancia del Moncayo no sólo en estas dos leyendas sino en algunas de las Cartas desde mi celda. Así explica Jesús la importancia de este monte en la obra del gran poeta romántico:
El Moncayo, que es el espacio fundamental de las dos leyendas, le resultaba ya familiar a Gustavo Adolfo Bécquer por la vertiente soriana, pues había residido en Noviercas durante el verano anterior en casa de sus suegros. El Moncayo se convirtió en objeto de contemplación y de ensoñación para él, con lo que no tardó en ser escenario de sus narraciones, al igual que otros lugares cercanos. El Moncayo fue para Bécquer "la montaña" por excelencia, un espacio grandioso y lejano, apto para la contemplación ensoñadora, y que la imaginación podía poblar de seres fantásticos, mezclados los aprendidos en sus lecturas con las historias oídas a las gentes que habitaban las estribaciones de todas sus sierras.
2 comentarios
xunetu -
Y sí, el Moncayo y sus pueblos como litago (el de la foto), Trasmoz, Lituenigo... tienen un gran encanto.
Un saludo
Nerea -
La de tardes a la sombra, sentada en algún árbol caído.
Precioso lugar, no me extraña que inspirase a Bécquer.
Un saludo.