EL MAUSOLEO DE LAS PALABRAS
Un profesor de la Universidad Central de Barcelona hablaba con toda razón de la pobreza de vocabulario del hablante medio y de la ridícula cantidad de vocablos que usamos en la vida cotidiana. Se refería con frecuencia al diccionario como el mausoleo de las palabras. Porque es una lástima - comentaba con un cierto tono humorístico - que, de las casi cien mil palabras que contiene el Diccionario de la Real Academia Española, sólo usemos como mucho unos cinco mil términos. Aunque, eso sí, la gran mayoría de los hablantes están muy por debajo de esta cifra y se conforman con utilizar sólo unos mil o dos mil vocablos.
Estoy hablando de la década de los ochenta del siglo pasado, cuando no se habían generalizado los teléfonos móviles ni había llegado internet a nuestros hogares y centros de trabajo. Ahora el problema se ha agudizado, tal como han comprobado Amalia Pedrero, profesora de la Universidad San Pablo CEU y la escritora Alejandra Vallejo-Nágera. Amalia habla de que el mal uso de los móviles e internet empobrece la expresión, y Alejandra afirma que la lectura comprensiva está bajo mínimos en España. Ambas coinciden en el escasísimo uso del diccionario y en el progresivo empobrecimiento del lenguaje.
Es una pena que no se fomente en los colegios e institutos el uso cotidiano del diccionario en todas las asignaturas - tanto en las humanísticas como en las científicas. Y es una lástima que se haya abandonado en la etapa de secundaria, e incluso en primaria, la tarea de escribir con creatividad, el taller expresivo y literario, la comprensión de textos de todo tipo. Porque muchas de las claves del fracaso educativo en cualquier materia es la dificultad de comprender un texto y la expresión rudimentaria e incoherente. Por no hablar de las muletillas lingüísticas, los comodines, los anglicismos o la abundancia de vulgarismos. Todo ello desemboca en una falta evidente de cultura y en comportamientos sociales poco acordes con el nivel económico de las personas. Un amigo mío me confesó que tenía el diccionario como libro de cabecera. No se trata de llegar a ese extremo, pero sí de no perder el hábito de consultar un vocablo difícil y de enriquecer día a día los niveles de competetencia expresiva. Algunos programas de la televisión lo han intentado. El más conocido es Pasapalabra. Es un programa-concurso que nos muestra como en un espejo qué poco vocabulario utilizamos y cuántos miles de vocablos duermen en ese cementerio de palabras al que podemos acceder en cualquier biblioteca o en las páginas de internet.
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