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josemarco

EL PODER DE LA PALABRA

EL PODER DE LA PALABRA

Uno se admira, en ocasiones, del poder de una palabra, de la magia oculta en un vocablo, del hechizo secreto de unos fonemas ordenados de un determinado modo y dotados de un significado arbitrario. ¡Cuántas veces hemos buscado en ansiedad una determinada palabra para expresar con precisión lo que pensamos o sentimos! ¡Cuántas veces hemos echado mano de un diccionario para enriquecer nuestro léxico o, simplemente, por una mera curiosidad intelectual!

Porque una palabra puede transformar una situación, pude conmover, puede avivar el fuego de la polémica o puede servir de sedante a una situación conflictiva. Y para ello hay que saber lo que se dice, cómo se dice y cuándo se dice. Muchos escritores lo saben. Y lo utilizan con corrección. Otros, son todavía aprendices. Y, hablando de aprendices de la palabra y de los conceptos, habría que referirse a algunos políticos de primera fila. Su lenguaje es, con frecuencia, ambiguo, demagógico y demasiado retórico.

Todo esto viene a cuento de la actual polémica sobre el problema del agua de boca en el área metropolitana de Barcelona. Para explicar la situación, algunos hablan de trasvase; otros, de transferencia; otros, de cesión de agua. ¿Quién tiene razón? Tal vez todos o ninguno. Porque la realidad es tan cambiante que, en ocasiones, ni siquiera la palabra más ajustada logra definir un determinado proceso o situación. Por eso se multiplican las polémicas y se recurre a los tribunales. Porque nadie quiere escuchar al otro o interiorizar su razonamiento. Y es que las palabras, a pesar de su magia, tampoco son la panacea de todos los problemas. Lo malo es que la mayoría de los políticos las utilizan más para criticar que para convencer. Es la palabra, arma de doble filo. Eso sí, un arma legal, metafóricamente hablando. Porque las armas reales son todas ilegales. Lo demás es demagogia. O falsa valoración de los conceptos.

2 comentarios

Kaulitz Barcelona -

Un blog muy interesante. Visita nuestra pagina web que también lo es.
Un saludo des de Barcelona.

ana a. -

Tal vez el problema sea la propia palabra "agua".