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josemarco

AGOSTO CONVULSO

AGOSTO CONVULSO

      Llevamos menos de una semana del mes de agosto y se han sucedido más acontecimientos inesperados que en todo el mes pasado. Me refiero a las convulsiones económicas que amenazan a media Europa e incluso a los todopoderosos Estados Unidos, a la hambruna cada vez más cruel del cuerno de África y, a nivel doméstico, a un nuevo resurgir de los indignados que, cual un ave fénix, han vuelto a renacer de sus propias cenizas.

      Agosto siempre ha sido el mes de las vacaciones anuales por antonomasia. ¿Quién no recuerda ese "agosto y cierra España" que aparecía hace unos años en algunas tiras cómicas? Pero este año, al parecer, no está siendo un mes estival tranquilo y sosegado. Las ciudades no muestran la tranquilidad habitual, excepto los fines de semana - y si no que se lo digan a los madrileños -. Y los políticos están de vacaciones, pero con el teléfono móvil a mano y la mirada atenta a las noticias económicas que minuto a minuto alteran la tranquilidad de los políticos e inversores. Al parecer, todos tienen prisa: prisa para eliminar la incertidumbre, prisa para luchar contra la especulación, prisa para adelantar las elecciones (y si no que se lo pregunten a la nueva rectora de los destinos de Aragón).

     La única cara reconocible de agosto es su cita puntual con el calor agobiante, las playas repletas de veraneantes, las terrazas abarrotadas al filo de la tarde y las tormentas de verano, cada vez más escasas e inverosímiles. Es de esperar que el pequeño paréntesis del fin de semana calme a los mercados, modere las declaraciones de los políticos, ponga en su sitio a los especuladores y, sobre todo, suponga un avance sustancial en los planes de ayuda a Somalia y otros países africanos que tanto están sufriendo las consecuencias de una sequía letal.

     ¿Qué ocurrirá cuando dentro de tres o cuatro semanas regresemos a la rutina cotidiana, a la cruda realidad de primeros de septiembre? ¿Se habrán calmado los mercados? ¿Seguirán los especuladores con sus ataques al euro? ¿Continuarán los partidos de la oposición pidiendo un día sí y otro también elecciones anticipadas? ¿Seguirán los indignados en la calle? Todo son interrogantes. Todo son problemas que, cual espada de dámocles, están ahí. Y seguirán estando, a no ser que alguien con una vara mágica actúe de inmediato. Eso sí, sería algo improbable, utópico y, a todas luces, inverosímil.

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