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josemarco

LA MADUREZ DE UN NOVELISTA

LA MADUREZ DE UN NOVELISTA

     No es la primera vez que asisto a una presentación de un libro o a un coloquio con el novelista aragonés Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960). Pero, ayer tarde, en el Centro de Historia de Zaragoza, pude comprobar de cerca cómo un narrador todavía joven ha llegado a su madurez creativa.

     El motivo de la presencia de Martínez de Pisón en Zaragoza - reside en Barcelona desde 1982 - fue una actividad organizada por la Red de Bibliotecas Municipales de la ciudad del Ebro. Con el eígrafe "Encuentros con autor", los lectores eligen una obra, la leen en los clubes de lectura y, al final, entablan un diálogo con el autor.

     La obra elegida fue, en este caso Dientes de leche, la última novela de Ignacio. Esta novela recorre cincuenta años de la vida de España a través de tres generaciones de una familia de origen italiano, cuya vida transcurre en Zaragoza. Con esta última novela, Martínez de Pisón culmina una especie de trilogía iniciada con Carreteras secundarias (1996) y potenciada con El tiempo de las mujeres (2003). Las tres narraciones se sitúan en Zaragoza, especialmente las dos últimas. Y en ellas se proyecta un tenue hilo autobiográfico. Pero lo más importante es, en mi opinión, la facilidad que tiene Ignacio para compaginal lo histórico con la ficción, la realidad con lo imaginario.

     Lejos quedan ya los tiempos de ese autor de veintipocos años que se lanzaba al ruedo literario con La ternura del dragón (1984) o Alguien te observa en secreto (1985). El propio escritor reconocía ayer con la llaneza que le caracteriza que casi no se sentía identificado con estas primeras obras. Las consideraba audaces y poco elaboradas. Afortunadamente, el escritor aragonés lleva un camino ascendente. Un camino hacia la literatura densa, con retazos ensayísticos - como la exclente obra Enterrar a los muertos (2005). Él mismo reconocía, al final, que es un afortunado, porque siempre ha vivido de la literatura. Que es lo que realmente le gusta. De momento, ha dado un notable salto de calidad con Dientes de leche. Y sigue un camino paralelo con su labor de crítico y de guionista cinematográfico.

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