CADUCIDAD
La estación otoñal lleva consigo el sello de la caducidad. Nos recuerda que en este mundo todo es caduco, efímero, perecedero. Hay proyectos que terminan porque han cumplido ya todas las previsiones y hay otros que fenecen porque tenían fecha de caducidad. Pero algunos son abortados casi antes de nacer.
Esto le ha pasado al proyecto de la piscifactoría de Aliaga. Soñado y alentado por todos los vecinos. Impulsado por los principales organismos locales y provinciales. Ninguneado por la Consejería de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón. Y castigado severamente - mucho más que otros similares - por las implacables y cada vez más duras normativas medioambientales.
Porque la caducidad y el fin de este proyecto, impulsado en los últimos años por la empresa Neoelectra, es un durísimo golpe para este pueblo, castigado desde los años sesenta por la emigración de sus habitantes a raíz del cierre de las minas de carbón y de su central térmica. Para que nos hagamos una idea del daño que puede suponer esta casi caprichosa decisión, es como si la General Motors desapareciera de Zaragoza y de Aragón.
Va a ser un otoño triste para los once trabajadores de la empresa. Y para los habitantes de Aliaga. Porque surgen en estos momentos las inevitables preguntas: ¿Qué pasará con la escuela? ¿Y con el recién inaugurado supermercado? ¿Y con otros proyectos de futuro? La incertidumbre - que es lo peor que puede pasar - sobrevuela durante estos días por el pueblo. Nadie se lo puede creer. Todos esperamos que se produzca un giro radical. Aunque las cosas no pintan nada bien. Es el sello de una caducidad indeseable, tajante, radical. ¿Dónde está el diálogo? ¿Y la flexibilidad? ¿Y los acuerdos a dos o tres bandas? En estos momentos dudamos incluso de las mal llamadas cabezas pensantes.
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Luis Antonio -