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josemarco

EL PLACER DE LA LECTURA

EL PLACER DE LA LECTURA

     En una época como la que estamos viviendo, dominada por los medios audiovisuales, las nuevas tecnologías, los teléfonos móviles y los videojuegos, sorprende gratamente que personas entusiastas y vocacionales se dediquen a fomentar el hábito de la lectura en los niños y jóvenes y a intentar que los estudiantes no consideren la lectura como una obligación gravosa, sino que se acerquen a los libros con un talante lúdico y desinteresado.

     Durante este largo fin de semana, me he reencontrado en Coslada con Prudencio Herrera, compañero de infancia en Aliaga y docente enamorado de la Literatura. Este Maestro, Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense y Catedrático de Lengua y Literatura ocupa gran parte de su tiempo libre en organizar Jornadas de Animación a la Lectura, en pronunciar conferencias y, sobre todo, en difundir el cariño por los libros y la lectura/escritura en distintos colegios,  ayuntamientos y comunidades de nuestra geografía y de otros países.

     Tengo entre mis manos una de las ediciones que ha preparado Prudencio con su habitual tino y exquisitez. Se trata de Trafalgar, el primer libro de la serie Episodios Nacionales del escritor canario Benito Pérez Galdós. Pertenece a la colección Castalia Prima, que nació en 1999 con la intención de acercar los clásicos a los estudiantes. Desde la cercana Presentación hasta la elaborada Guía de Lectura, sin dejar de lado las ilustraciones y las notas aclaratorias a pie de página, esta edición - como tantas otras similares - ayuda a reconciliar a los jóvenes  y a los adultos  con la buena literatura. Porque los clásicos están siempre ahí. Lo importante es saber adaptarlos a la mentalidad del niño o adolescente, sin alterar su contenido ni su riqueza expresiva. La edición de esta obra de Galdós y de otras obras clásicas es un ejemplo de la labor que está llevando a cabo Fernando Carratalá, coordinador de esta colección.

     Prudencio me habló, además, de la Psicoliteratura, esa tarea reservada a educadores y padres, que consiste en saber elegir el libro adecuado no sólo para la edad del niño o adolescente sino, sobre todo, para sus intereses, aptitudes, evolución psicológica y madurez mental. Todo esto supone un diálogo con el alumno y una sintonía con el niño o adolescente. Plasmo algunos consejos de Prudencio Herrera para los que los padres y educadores no se olviden de esta tarea educativa y cultural tan importante:

“Hay acciones como amar, soñar, vivir o leer que no admiten órdenes. Todo aquello que implique un acto de voluntad personal no soporta el mandato. [...]

Los padres caemos, fácilmente, en el dogmatismo cuando decimos a nuestros hijos que hay que leer para aprender, para triunfar en los estudios o ser alguien el día de mañana. Al expresar estas ideas, nos olvidamos de que el adolescente va sistemáticamente contra las normas. [...] Cualquier acto de leer o escribir debe estar precedido por el placer, por el deseo de pasarlo bien.

Los adolescentes de hoy consideran que leer es una pérdida de tiempo. Entre otras cosas, la lectura les exige mayor esfuerzo que la consola o la TV”

3 comentarios

José María -

Te agradezco, Ulisses, tu comentario sobre la lectura y sobre el tiempo para leer. Me ha parecido excelente y se lo he leído y comentado a mis alumnos de segundo de Bachillerato.

ulysses -

¿Dónde encontrar el tiempo para leer?
Problema serio. Que no es uno.
Porque si se plantea el problema del tiempo para leer es que no existe el deseo. Pues si se mira de cerca, nadie tiene nunca tiempo para leer. Ni los niños, ni los adolescentes, ni los mayores. La vida es un estorbo perpetuo para la lectura.
—¿Leer? Me gustaría mucho, pero el trabajo, los hijos, la casa, ya no tengo tiempo...

—¡Cómo envidio que usted tenga tiempo para leer!
¿Y por qué esta mujer, que trabaja, hace compras, cría a sus hijos, conduce su auto, ama a su esposo y a sus hijos, va al dentista, se muda la semana próxima, encuentra tiempo para leer, y este casto rentista soltero no?
El tiempo para leer es siempre tiempo robado. (De la misma manera que lo es el tiempo de escribir o el tiempo de amar).
¿Robado a qué?
Digamos que al deber de vivir.

El tiempo de leer, como el tiempo de amar, expanden el tiempo de vivir.
Si tuviésemos que enfrentar el amor desde el punto de vista de nuestra agenda, ¿quién se arriesgaría a ello? ¿Quién tiene tiempo para estar enamorado? Y sin embargo, ¿alguien ha visto alguna vez a un enamorado que no se tome el tiempo de amar?
Yo nunca he tenido tiempo para leer, pero nada, jamás, ha podido impedirme terminar una novela que amara.
La lectura no tiene que ver con la organización social del tiempo; es una manera de ser, como el amor.

ulysses -

¿Dónde encontrar el tiempo para leer?
Problema serio. Que no es uno.

Porque si se plantea el problema del tiempo para leer es que no existe el deseo. Pues si se mira de cerca, nadie tiene nunca tiempo para leer. Ni los niños, ni los adolescentes, ni los mayores. La vida es un estorbo perpetuo para la lectura.

—¿Leer? Me gustaría mucho, pero el trabajo, los hijos, la casa, ya no tengo tiempo...

—¡Cómo envidio que usted tenga tiempo para leer!

¿Y por qué esta mujer, que trabaja, hace compras, cría a sus hijos, conduce su auto, ama a su esposo y a sus hijos, va al dentista, se muda la semana próxima, encuentra tiempo para leer, y este casto rentista soltero no?
El tiempo para leer es siempre tiempo robado. (De la misma manera que lo es el tiempo de escribir o el tiempo de amar).
¿Robado a qué?
Digamos que al deber de vivir.
El tiempo de leer, como el tiempo de amar, expanden el tiempo de vivir.

Si tuviésemos que enfrentar el amor desde el punto de vista de nuestra agenda, ¿quién se arriesgaría a ello? ¿Quién tiene tiempo para estar enamorado? Y sin embargo, ¿alguien ha visto alguna vez a un enamorado que no se tome el tiempo de amar?
Yo nunca he tenido tiempo para leer, pero nada, jamás, ha podido impedirme terminar una novela que amara.
La lectura no tiene que ver con la organización social del tiempo; es una manera de ser, como el amor.