NIEVE EN PRIMAVERA
Cae la nieve sobre el valle del Guadalope. Cae la nieve sobre la sierra. Cae la nieve sobre Aliaga. Antes era algo habitual que, incluso en el mes de abril, el precioso regalo blanco vistiera de claridad los montes, las calles, los tejados. Ahora no es tan frecuente ver nevar así en primavera.
Un niño contempla atónito desde su balcón el moroso y constante descenso de los copos hacia la tierra, que los recibe agradecida. Se sorprende, se extraña, se alegra. Lástima que hoy sea día festivo. Pocas personas han salido a la calle en esta mañana blanca y desapacible. Muchos no habían visto nunca nevar así. Otros nos habíamos acostumbrado a la escasez de precipitaciones en forma de nieve. Porque contemplar la nieve desde el solanar es un espectáculo reservado a unos pocos. Son muchas las sensaciones que se dan cita en este momento. Sensaciones y emociones. Emociones y recuerdos. Recuerdos de la infancia en este valle cada vez más solitario. Recuerdos de los días de grandes nevadas y de alegría contenida en el rostro porque nos librábamos de la escuela. Recuerdos de tardes de juegos, de aventuras, de calles blancas y carreteras cortadas.
Cae la nieve sin tregua. Todo un regalo para los sentidos. Aunque tenga sus inconvenientes. Sobre todo para los que, a pesar de ser sábado, han de trabajar. O para los que han de afrontar alguna emergencia o algún viaje inaplazable. Ayer tarde nos sorprendió en la puerto de Majalinos (1450 metros), de regreso de Calanda y de Alcorisa. El “Drama del Calvario” se tuvo que suspender debido a un gran chaparrón. No había ocurrido algo igual en 32 años. Todos nos fuimos de Alcorisa cabizbajos y resignados. Otra vez será. Era el preludio de un fin de semana desapacible, de una Pascua blanca, de una serena mañana de nieve y primavera. Una primavera tardía, como tantas otras en este valle del Guadalope, a más de mil metros de altitud.
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