MAYO FLORIDO EN ALIAGA
Los que aún recordamos el tradicional mes de las flores, nos hemos reconciliado con el paisaje multicolor durante estos días del puente de mayo en Aliaga. La sinfonía del color verde - omnipresente en el monte, en las riberas del río, en las huertas y en los valles solitarios - se complementa de modo admirable con los colores rosáceos de la flor del manzano, con el rojo carmín de las amapolas o como el violeta de los aromáticos cinamomos.
Este año las generosas lluvias del pasado mes de marzo han dejado una huella primaveral. Una primavera tardía, apacible, casi siempre efímera. Por eso, pasear por el campo, acercarse a las fuente de la Cedrilla, descansar en la terraza de El Molino son pequeños placeres de los que no podemos gozar en la gran ciudad. Hasta el caudal de los dos ríos que juntan sus aguas en el pueblo es más generoso, más cristalino, más acelerado.
Hay que esperar, de todos modos, que los meses de mayo y junio no sean demasiado cálidos y nos regalen muchos litros de agua suave y abundante. Porque para Aliaga el turismo es esencial. Los visitantes, que se han acercado en gran número durante estos días, agradecen ese cielo claro e incontaminado, esas temperaturas suaves y esas noches dilatadas, tranquilas e interminables. Cuando llegue el verano, es de esperar que los ríos no sufran estiaje, que los montes muestren su mejor aspecto y que los valles, cortejados por centenarios chopos cabeceros, mantengan ese atractivo singular que todos conocemos.
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