VISITA AL CASTILLO DE JAVIER
En un pequeño valle, no lejos de las montañas que custodian el monasterio de Leyre, y a ocho kilómetros de Sangüesa, se encuentra el castillo de Javier. Pocos conocen que esta fortaleza nació como torre de señales y vigilancia entre los siglos X y XI. La mayoría de los visitantes, especialmente los que son de fuera de Navarra, asocian el castillo a San Francisco Javier, que nació en este municipio en 1506 y destacó durante este siglo por su labor evangelizadora en África y en Asia. Los jesuitas siguen cuidando este recinto, que es visitado anualmente por miles de peregrinos.
Hace más de dos décadas participé en la popular Javierada. Fue un fin de semana de marzo duro y austero. Además, la meteorología complicó ese recorrido a pie desde Pamplona a Sangüesa y, al día siguiente, desde Sangüesa a Javier. Ayer hicimos el recorrido en coche. Después de visitar Sos del Rey Católico, abandonamos las tierras aragonesas para adentrarnos en la Comunidad Foral de Navarra. Nos acompañó un campo sorprendentemente tapizado de verde y un cielo azul teñido de pequeñas nubes grises. Javier quería conocer el lugar del que recibe el nombre. Es curioso comprobar que hay una pequeña metonimia: a los niños no se les llama Francisco Javier - salvo contadas excepciones - sino Javier.
Fue una visita corta, porque el día nos iba a deparar otras sorpresas. Contemplamos de lejos la silueta del castillo y bajamos hacia la basílica, de evidente estilo neoclásico. Lo más significativo de la capilla es la imagen de nogal del Santo Cristo del siglo XIV. Lo demás está en consonancia con la devoción y la fe de cada uno. Ayer recordaba muy poco de mi primera Javierada. Mi visita tuvo más un motivo artístico y sentimental. Javier fotografió el castillo como recuerdo de su primera instancia en el castillo que da nombre a tantos miles de españoles.
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