Blogia
josemarco

HACIA EL PUERTO DE MAJALINOS

HACIA EL PUERTO DE MAJALINOS

   En la última etapa de esta minivuelta ciclista veraniega nos hemos dirigido hacia el este y hemos coronado el cuarto puerto de la semana: el puerto de Majalinos (1.450 metros) que sirve de límite entre la comarca de las Cuencas Mineras y la de Andorra, Sierra de Arcos. Hemos salido de Aliaga a las 9 de la mañana en un día fresco y un poco desapacible. De todos modos, la temperatura era ideal para pedalear. El primer núcleo habitado es La Aldehuela. Desde allí hemos contemplado el esqueleto de la central térmica y un pantano cada vez más anegado. (¡Qué lástima verlo todo así!) Una vez en al alto de La Aldehuela, hemos iniciado el descenso hacia la masada del Río y hacia el cruce de Boca Infierno. Un cartel en inglés indica que, a pocos kilómetros, hay una central de cogeneración eléctrica con gas, que algunos intentaron presentar con el ficticio cartel de piscifactoría. La polémica está servida.  Una vez atravesado el puente del río Guadalopillo, comienza una larga ascensión hasta el cruce de Cirugeda, pequeño núcleo rural perteneciente al ayuntamiento de Aliaga. Desde allí continúa la subida hasta La Cañadilla, otro pequeño caserío en el que sólo vive una familia durante todo el año. El paisaje es extraordinario: pinos, sabinas, enebros, acacias,... orlan ambos lados de la carretera y proporcionan sombra, humedad y sosiego. Desde La Cañadilla comienza ya el ascenso al Majalinos. No es un puerto demasiado duro porque la subida es progresiva. Además, con un buen desarrollo y un ritmo pausado, se puede alcanzar la cima sin demasiados agobios. Ya en la cumbre del puerto, reposo, tentempié, satisfacción y excelente panorama - como el que aparece en la fotografía -. Una buena etapa para cerrar esta breve temporada ciclista estival.

2 comentarios

Luis Torrijo -

Es el río Campos no el Guadalopillo y ahora si que es un lástima verlo todo así.
ALIAGA, UN INCENDIO DESASTROSO
El pasado día 22 de julio, se declaraba un incendio en el término municipal de Aliaga que en tan solo cuatro días arrasó setenta y seis kilómetros cuadrados de bosque maduro de incalculable valor medioambiental.
De todos los factores que influyen en el desarrollo de un incendio y la propagación exponencial del fuego, las condiciones meteorológicas extremas fueron, sin duda, la causa principal de que el desastre alcanzase estas proporciones catastróficas. Tormenta eléctrica sin precipitación, muy altas temperaturas y fuertes vientos hicieron del macizo de Majalinos una zona infernal durante esos días.
La abrupta orografía del terreno y la cantidad de masa forestal existente dificultaron aun más si cabe que el fuego iniciado pudiese ser controlado.
Sin embargo a la gran mayoría de las personas que estuvimos apoyando las labores de extinción y por lo tanto siguiendo y sufriendo en todo momento el devenir de los acontecimientos, no se nos escapa que el factor humano no estuvo a la altura de las circunstancias ni durante el incendio ni en los años previos que lo han precedido, es decir la tragedia podría haber tomado proporciones más severas aún si cabe, si las condiciones meteorológicas hubiesen seguido incidiendo en su extremosidad, puesto que los medios humanos estaban sumidos en el descontrol y la descoordinación.
Desbordados por los numerosos focos que asolaban la provincia de Teruel y otras zonas de la península Ibérica, los medios aéreos y la gran mayoría de los terrestres no empezaron a llegar hasta pasadas las primeras veinticuatro horas, avanzando todos los frentes a la deriva sin ninguna clase de retención. Sí que llegaron las fuerzas de la Guardia Civil a las poblaciones para ordenar la evacuación bajo amenazas de utilizar la fuerza, pero gracias a la “bendita” desobediencia ciudadana se pudieron salvar algunas casas en La Cañadilla, puesto que una vez pasado el frente principal, el fuego avanzaba por linderos y rastrojos hasta las casas consumiendo las que no fueron atendidas por los propietarios y los voluntarios que les ayudaban desaforadamente.
Cuando comenzaron a llegar refuerzos de la UME, BRIF, bomberos y retenes forestales, no se les facilitaron mapas cartográficos, y si al menos se hubiese organizado bien la red de voluntarios locales, buenos conocedores del terreno, los vehículos podrían haber circulado más seguros y con menores posibilidades de error.
Valga la anécdota de que hubo momentos de verdadero peligro cuando en la tarde del viernes se reavivó con violencia el fuego de la parte superior del Val de la Cañadilla, en la partida de Hoya Pulgares, y el bombero conductor de un camión autobomba tuvo que emprender la marcha en solitario para no ser atrapado por las llamas por un camino totalmente desconocido para él, contrario al de acceso. Por suerte el que eligió discurría por una zona ya quemada hasta el pueblo, pero pasó momentos de verdadera angustia. De los pocos caminos que existen algunos de ellos no tiene salida.
Los retenes propios de cada término municipal deberían haberse quedado en su zona y no llevarlos a la parte opuesta del incendio donde no conocían con exactitud cada camino.
Las discusiones entre agentes forestales, que trabajaban demasiadas horas sin descanso, fueron frecuentes por no ponerse de acuerdo con la dirección de la extinción, algunos retenes se retiraban sin relevos y sin terminar las tareas de extinción de una zona y en algunos casos sin avisar a todos los medios que tenían a su cargo dejando a conductores con camiones autobomba en medio del monte a media noche.
Las cuadrillas de voluntarios actuaban a menudo por su cuenta sin tener comunicación por radio con la dirección de la extinción, ni estar asociados a ningún retén o agente forestal.
Por lo tanto el balance de la extinción, dentro de la catástrofe, ha de calificarse de buena suerte puesto que hubo multitud de situaciones de riesgo que podrían haber derivado en accidentes graves.
Todo ello podría ser evitado si se crease un gran cuerpo unificado de bomberos al que destinar en exclusiva las labores de extinción, cubierto por profesionales bien formados que serían apoyados y coordinados por los medios terrestres y aéreos de su propio cuerpo.
Los retenes, hoy por hoy formados de por trabajadores mal pagados y sujetos a una temporalidad muy inestable, deberían regularizar su situación laboral consolidando sus puestos de trabajo y sus contratos para poder dedicarse profesionalmente y en exclusiva a las labores de acondicionamiento de montes durante todo el año ininterrumpidamente.
Por otra parte, las aldeas más afectadas La Zoma, La Cañadilla y Cirujeda, estas dos últimas pedanías de Aliaga, llevan décadas sumidas en el abandono por parte de las administraciones locales, provinciales y autonómicas.
Las comunicaciones se reducen a una carretera de cinco metros de anchura e incluso menos en las que apenas caben dos coches cuando se cruzan, y hay que realizar maniobras si se trata de dos camiones de bomberos. No disponen de arcén y en varios puntos las copas de los pinos de ambos lados se tocan o tocaban, por lo que era impensable utilizarlas de cortafuegos y ni siquiera podían servir de acceso a los medios terrestres de extinción en algunos momentos.
En otras comarcas, como Albarracín, las carreteras están flanqueadas por sendos cortafuegos de 100m de anchura a cada lado de la misma.
En el caso de Cirujeda existe una única carretera de acceso y los evacuados del día 22 de julio tuvieron que hacerlo por una pista forestal de tierra por la que muchos vehículos encuentran dificultades para avanzar.
El resto de los caminos de acceso a las masas forestales y fincas, una red muy escasa, están en pésimas condiciones, muchos conductores de camiones autobombas se negaban a circular por ellos debido al peligro que suponía atravesar algunos puntos
En ninguno de los tres pueblos se dispone de cobertura de telefonía móvil, cualquier consulta o comunicación con los voluntarios locales se hacía del todo imposible.
Del mismo modo la conexión a internet a alta velocidad y otros múltiples servicios son todavía una utopía.
La ausencia de cartografía actualizada (a finales de los noventa se cerraba el servicio geográfico provincial de Teruel) y de una red senderos que hace tiempo debieron recuperarse, junto con la limpieza y acondicionamiento de manantiales y fuentes, hacían angustiosos los amaneceres a los retenes que recién llegados durante la noche no conocían el terreno y la luz del alba les desvelaba con asombro un terreno plagado de acantilados, barrancos y montañas sin apenas salidas de emergencia.
Todo ello, en parte, ha sido causa de la profunda despoblación y sumada a ella ha convertido esta zona a lo largo de los años, en la perfecta candidata a sufrir lo que desgraciadamente ya no podemos augurar.
La falta de ayudas sólidas y serias a la ganadería extensiva, que en diez años desaparecerá casi por completo y con ella un buen sistema de limpieza de montes, y el empleo del grueso de las ayudas económicas en la creación de empresas ilegales e insostenibles para unos pocos puestos de trabajo hacen que la vida aquí no pueda desarrollarse más allá de unos pocos fines de semana y el verano, dejando gran parte del año unas poblaciones prácticamente desiertas, inactivas y sin servicios, en las que nadie hace nada por el monte.
No existen facilidades para que las calefacciones funcionen con la biomasa extraída de sus propias masas forestales, los propietarios de fincas de pinos, ya emigrados a las grandes ciudades, desisten en el esclarecimiento de sus bosques debido al penoso precio de la madera, y precisamente el desprestigio económico por parte de esta sociedad hacia nuestros recursos naturales nos ha llevado a olvidar su alto valor hasta que los hemos perdido por completo.
Esta carta pretende ser, no un conjunto de críticas destructivas, si no un compendio de sugerencias de mejora en el funcionamiento del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón, y han sido recogidas entre varias personas pertenecientes a los diferentes cuerpos que estuvieron intentando sofocar el incendio, para que las tome en cuenta, a modo de evaluación de este desastre, el nuevo o nueva consejero/a, que a buen seguro se incorporará en breve a su nuevo cargo con entrega, ilusión y dedicación exclusiva.
Debemos de empezar a trabajar para subsanar estos errores y debemos de hacerlo ya, restaurando la zona devastada y protegiendo lo que por poco no se ha quemado. No podemos permitirnos el lujo de llorar y pensar en que esto ha sido un castigo del destino. No seamos ilusos, estas condiciones volverán a repetirse y lo peor de todo es que no sabemos si dentro de otros quince años, diez, cinco o quizá este mismo verano que todavía no ha acabado.

ana a. -

FELICIDADES desde estas tierras del norte, llenas también de montes y de paseos.