EL EMBRUJO DE LISBOA
Me acerco a primera hora de la mañana a la oficina de correos de Las Fuentes para recoger un paquete muy especial: el último número de la revista cultural TURIA. En más de quinientas páginas, el número 92, dedicado en la sección Cartapacio al poeta Ángel Crespo, nos ofrece un variado banquete cultural y literario que estoy dispuesto a saborear durante los próximos días de descanso.
De su oferta variopinta, elijo casi siempre la sección Poesía, como aperitivo exquisito y selecto. Y elijo para compartir con los lectores de esta página un poema de Mario Hinojosa dedicado a A Brasileira, uno de los cafés más emblemáticos de la capital portuguesa. Sólo he visitado una vez Lisboa y aún queda en mi retina esa visión panorámica de la ciudad, ese encanto de lo antiguo y esa huella que queda en las ciudades costeras. Este poema me ha llevado otra vez a la ciudad del Tajo, esa ciudad escupida de literarura e historia, y ha despertado mi intención de viajar de nuevo a Lisboa, la patria de Pessoa y de Camoens.
A BRASILEIRA
Lisboa es el fantasma
donde juegan Pessoa y Camoens
donde Dulce Pontes y Rodrigo Leao
inventan la tristeza.
La plaza do Rossío y un limpiabotas
acordeones mojados de café amargo,
y subimos a tu cielo metálico
en Santa Bárbara
esperando la catarsis de la muerte.
Lisboa es el fantasma
donde las casas son de pastel
los tranvías orugas inciertas
y los atardeceres espejos de corazones vencidos.
Lisboa es el fantasma
de abriles y claveles,
de heterónimos y ensayos sobre cegueras,
a lo lejos Belem
y en tus labios un fado.
En los arcos de la Plaza do Comercio
se ha perdido un viento de sardinas y Oporto
la sonrisa de un tullido
y el paso desahuciado de un poeta,
ahora Lisboa es el fantasma
donde el mar cena a lo lejos
donde la hermosura lleva marcha de cangrejo,
donde el paraíso está más cerca.
Miro en derredor
y siento la baba de un sapo,
es 25 de abril
y el desasosiego me lleva a A Brasileira
y converso con una estatua.
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