PÍLDORAS INVERNALES
El día acude perezoso a su cita y gana terreno a la noche invernal. El tono rosáceo compite con el gris diseñando un paisaje de contrastes. El alba se asemeja cada vez más al crepúsculo.
Un manto blanco envuelve todavía los pueblos solitarios de la sierra turolense. A lo lejos, se divisan pequeños puntos negruzcos que rompen la monotonía de un paisaje casi desértico, incontaminado.
En la ciudad, el invierno se disfraza de tonalidades grises y cárdenas. Sólo el silencio de los parques y el cuchillo del viento gélido alteran la monotonía de las avenidas y el molesto ruido de los motores.
A medida que avanza el mes de enero, la luz va ganando terreno a la oscuridad. Es una pugna silenciosa, casi desapercibida. La tarde recupera su fisonomía preprimaveral y se engalana por momentos.
La naturaleza permanece dormida, al menos aparentemente. Porque el cereal apunta con timidez y la savia de los árboles de hoja caduca se mantiene en continua ebullición.
2 comentarios
filo -
saludos
Luis Antonio -
Un abrazo