UN ALTO EN EL CAMINO
En ocasiones, y si se dispone de tiempo, viene muy bien alejarse por unas horas de los caminos trillados y lanzarse en busca de lugares nuevos, más o menos recónditos y muy pintorescos.
El viernes por la tarde, de regreso hacia Valencia desde Teruel, dejamos la autovía mudéjar poco después de Sarrión y nos encaminamos hacia el pueblo turolense de Manzanera. Había oído hablar de este núcleo rural pero nunca me había decidirlo a visitarlo. Me lo imaginaba así. Y no me decepcionó. Este municipio de la comarca de Gúdar-Javalambre aparece casi de repente después de una eminencia montañosa moteada de sabinas y carrascas. Antes de recorrer los diez kilómetros que lo separan de la autovía, dejamos a un lado la estación de Rubielos de Mora y el pequeño pueblo de Albentosa.
Una vez en el pueblo, me llamaron la atención los vestigios antiguos, casi todos medievales. Se conserva muy bien el Portal de Abajo - en la fotografía -, el Portal de Arriba y el Pilón del Esclavo. Queda un torreón semiderruido de las ruinas de un castillo, testigo mudo de la historia antigua y de las guerras más recientes. De todos modos, me encantó la fisonomía de Manzanera en agosto, el ambiente estival, la vida en las casas, el parque acogedor, la animación en la calle mayor, la preparación de las fiestas. Es el mejor momento del año para Manzanera, como para tantos pueblos de Teruel, castigados por la tremenda emigración de los años sesenta del siglo XX.
Abandonamos el pueblo al filo del crepúsculo y elegimos una ruta distinta, más agreste, más solitaria. Para volver a la autovía, a la altura de Barracas, tomamos la carretera que se dirige a Alcotas, el último núcleo habitado de la provincia de Teruel. Durante los kilómetros que separan Manzanera de El Toro, ya en Castellón, me recreo en la contemplación de unas sabinas impresionantes, casi centenarias. Toda una riqueza natural y paisajística. Mientras tanto, el coche se desliza por una carretera sinuosa, parcheada, erizada de curvas. Una ruta de mediados del siglo XX. Parece que nos encontremos en otro mundo, en otra época, en otro ambiente. Pero la realidad cambia cuando, a lo lejos, se divisa la cicatriz de la autovía que nos invita a volver al progreso, al vértigo, a la civilización. Desde hoy, Manzanera ya no será un punto en el mapa. Me he prometido volver con más tiempo en otra ocasión.
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Magda -