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josemarco

ILUSIONES ROTAS

ILUSIONES ROTAS

     Luis o Luisito, como le llaman sus compañeros de colegio, estaba de pie en el ángulo más cercano al terreno de juego de La Romareda, en la grada de tribuna, con una bandera azul y blanca y con una mochila inconfundible.

     Después de la victoria in extremis de su equipo de toda la vida frente al Mallorca, y con un resultado de ida más que favorable, convenció a sus padres para que le dejaran ir al campo - a pesar de la noche tan desapacible - a volver a vivir una nueva victoria del equipo más representativo de Aragón. Pero no fue así. A pesar de su corta edad, lo vio venir desde el primer momento. No le gustaba la alineación ultradefensiva, no le convenció la actitud inicial de los jugadores y se sorprendió de la fuerza, coraje y velocidad de los delanteros del Betis. Entre los jugadores verdiblancos - vestidos esa noche de azul - reconoció a dos excomponentes del equipo oscense: el defensa Chechu Dorado y el incombustible Rubén Castro. Este jugador canario sería el protagonista del choque por su velocidad, sentido del desmarque y puntería de cara al portero rival. "Este es un crack - le decía su tío - y no los once náufragos de nuestro equipo".

     El equipo andaluz se adelantó en el marcador y, aunque el Zaragoza empató poco después, la situación no estaba nada clara. Y, en medio del desconcierto, la ansiedad y el quiero y no puedo, llegó el segundo gol. Este tanto, marcado por el héroe de la noche, cayó como una losa sobre la Romareda. Pero Luisito aún mantenía la esperanza y pensaba en una nueva reacción como la del domingo. Pasaban los minutos, se aceleraba el tiempo y nada de nada. El entrenador local tampoco acertó en los cambios y la grada se impacientaba. El pequeño Luis se refugió en su bufanda zaragocista y se abrazó la su mochila más querida.

    Cuando el árbitro señaló el final del choque, al filo de las diez de la noche, observé la cara de Luis. No me fijé en nada más. Sólo pude contemplar en la penumbra unas lágrimas que se deslizaban sobre la mochila azul y teñían de tristeza las letras blancas que decían textualmente: "FINAL DE COPA DEL REY DE 2004. REAL ZARAGOZA-REAL MADRID". Me contagié de su tristeza, de sus ilusiones rotas. Espero verlo el domingo. Espero animarle de nuevo. Espero que el equipo cambie de cara de una vez por todas. Aunque sólo sea por alegrar las tardes otoñales de estos pequeños aficionados.

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