TOCANDO EL CIELO
Disfrutar de un domingo en el Pirineo de Huesca, acercarse a Villanúa y recordar cuatro veranos inolvidables, visitar las instalaciones del Campamento Cheso, recorrer con calma los caminos y veredas en un día veraniego, es un placer reservado a unos pocos.
Pero la guinda de este delicioso pastel natural y ecológico fue la ascensión hasta las estribaciones de la Peña Collarada, uno de los picos más emblemáticos del Pirineo aragonés y uno de los retos más apasionantes para montañeros valientes y avezados. Las ocho horas de recorrido por estas montañas culminaron una jornada en la que estuvimos muy cerca de tocar el cielo con los dedos. Ese cielo azul, terso y claro que casi nos hería la vista y que rodeaba con un halo misterioso la cumbre inconfundible de este pico que alcanza casi los 2.900 metros y que no tiene nada que envidiar a otros tresmiles ilustres. Tal como se muestra en la fotografía, la Peña Collarada sirve de telón de fondo a una jornada de ilusión, de cansancio, de disfrute de la naturaleza, de soledad compartida, de parajes casi vírgenes y de valles inconmensurables.
No pudimos hollar la cumbre. Nos faltaba poco más de una hora. Pero la tarde avanzaba sin tregua y había que regresar a Villanúa. Un descenso de 1.500 metros entre rocas, trochas y atajos inverosímiles. En el recuerdo quedará un día de aventura, de ilusión y de miradas hacia el infinito. Hacia ese cielo que nos recordaba momentos irrepetibles compartidos en Villanúa durante cuatro meses de julio inolvidables.
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